El artículo del domingo “La derecha y el populismo” invita a la prevención: “Uno de los grandes riesgos de estas posiciones populistas es que ‘se nos pueda ir el bebe junto con el agua sucia que deseamos dejar ir por la repostera’ ” (El Nuevo Siglo)
En el fondo del debate se encuentra la resaca de la embriaguez dionisiaca generada por la sociedad de consumo, estimulada por la economía. Esa bacanal interesa la satisfacción del instinto primario guiado por la “racionalidad” y, por supuesto, la teoría de Hobbes: “la guerra de todos contra todos”, se convierte en una verdad que reclama soluciones sabias.
Freud planteó esa inquietud: “A mi juicio, el destino de la especie humana será decidido por la circunstancia de si -y hasta qué punto- el desarrollo cultural logrará hacer frente a las perturbaciones de la vida colectiva emanadas del instinto de agresión y de autodestrucción. En este sentido, la época actual quizá merezca nuestro particular interés”. (El malestar de la cultura 1929) Su pronóstico se cumplió cuando Hitler se apropia del poder en Alemania y desencadena la guerra mundial.
Esta experiencia histórica y el pronóstico del arúspice mundial lleva a la reflexión acerca de uno de los capítulos del Acuerdo de Paz: la necesidad de promover una campaña para rescatar la salud mental del pueblo colombiano.
“5.1.3.4. Rehabilitación psico-social 5.1.3.4.1. Medidas de recuperación emocional a nivel individual En el marco del fin del conflicto, y con el fin de atender y contribuir a aliviar el sufrimiento de las víctimas, el Gobierno Nacional y las Farc-Ep hemos acordado que el Gobierno Nacional, en desarrollo de este Acuerdo, se compromete a ampliar la cobertura pública y despliegue territorial, y mejorar la calidad de la atención psico-social para la recuperación emocional de las víctimas de acuerdo al daño específico que hayan padecido, entre ellas las afectaciones particulares de las víctimas de violencia sexual. Para ello se multiplicarán los centros locales de atención a las víctimas y se impulsarán estrategias móviles para llegar a los lugares más apartados. Así mismo, en cumplimiento de los acuerdos alcanzados el Gobierno Nacional fortalecerá el acceso y los servicios de salud mental para las víctimas que así lo requieran”.
La crisis que advierte el Acuerdo no es una afección exclusiva de la nación, es Mundial. Su causa última, etiológica, es la enfermedad que padece la democracia: la desigualdad, desequilibrio aupado por el consumismo que provoca las diferencias y convierte el trabajo en el sentido de competencia de la vida: se vive para trabajar y se trabaja para consumir y esa vanidad ha conducido a la metamorfosis humana y al conflicto sexual.
Todo este maremágnum de ideas, sentimientos y necesidades confusos suponen que dios es el mercado y sus frustraciones llevan a un ateísmo que desprecia la condición política del hombre: la solidaridad. Esa falencia, obviamente, patrocina la guerra, la enemistad y el triunfo de las dictaduras. Dios ha muerto.