A qué jugamos con el lenguaje corporal de las gafas.
La expresión hacerse el de las gafas corresponde a un colombianismo cuya interpretación o significado más común y corriente es: Me está debiendo una plata, pero se hace el de las gafas.
Las gafas pueden ser parte del atuendo de vestir, así como los sombreros hacen parte de la moda inglesa cuando aparece la carrera hípica tradicional de Ascot.
De tal forma que una imagen vale más que mil palabras.
Eso, lo saben muy bien los políticos de izquierda.
Yo, siempre me pregunté qué era lo que Piedad Córdoba escondía debajo de ese turbante. ¿Cuántos turbantes tendrá Piedad Córdoba? O el por qué Iván Cepeda no se afeita llevando una barba estilo Che Guevara, aquel personaje oscuro y sangriento de la revolución de Fidel Castro. Vemos a Claudia Nayibe, en Bogotá, siempre con un foulard muy elegante en su cuello y un saco verde. A falta de ideas, bueno es un foulard.
Desde que apareció Santrich en la escena, siempre se vislumbra una constante en su forma de presentarse ante la opinión pública.
Sin embargo, a beneficio de la duda, lo de las gafas oscuras corresponde, no solo a un aspecto mediático. Al parecer, presenta una disminución progresiva de su agudeza visual.
Desde el primer día Santrich sabía a qué jugaba con sus gafas.
Recordemos, por ejemplo, al preguntarle sobre si existía la posibilidad de resarcir a las víctimas del conflicto, sin quitarse las gafas en un gesto de arrogancia, aduciendo a un famoso bolero que se escucha en las tiendas de La Habana, respondió: Quizás, Quizás, Quizás. Riéndose del pueblo colombiano y de las víctimas.
Luego apareció cuando fue detenido por agentes de la Fiscalía General de la Nación por cuenta de la negociación de unas cuantas toneladas de droga a los Estados Unidos, haciéndose el de las gafas.
Al parecer, el único momento en el cual no se estaba haciendo el de las gafas fue cuando estaba negociando el envío de unas cuántas toneladas de droga a los Estados Unidos.
No contento con lo anterior, cuando salía de la FGN tras la orden de liberación por cuenta de la Corte Suprema de Justicia, vuelve aparecer con sus gafas negras, su silla de ruedas, triunfante, arrogante.
Como tampoco se hizo el de las gafas cuando recibió su primer cheque como congresista: Más de $14 millones por asistir a las pocas sesiones a las cuales tuvo acceso.
No se tiene claridad si ya lo cobró.
Antes, con Claudia Nayibe en el decadente Congreso de la República, se hubiera producido un escándalo.
Pero, yo, con $14 millones de pesos en el bolsillo no me haría el de las gafas. Lo primero que haría sería ir al banco, cobrarlo en efectivo e irme de parranda con su compañero de lucha Márquez y alias El paisa, de pie, sin sillas de ruedas, en un riachuelo fronterizo con Venezuela con sus gafas, riéndose de nuevo del pueblo colombiano.
Entonces, nos daremos de cuenta como dicen en Boyacá, que Santrich no solamente se hace el de las gafas, sino que, además, no estaba muerto como cantaba Héctor Lavoe. Andaba de parranda con Márquez.
La arrogancia y las burlas de Santrich al pueblo colombiano continuarán, sin lugar a duda.
Su novela está lejos de concluir. O, cerca. Porque al mejor estilo de la escritora Agatha Christie, por donde menos se espera, saltará la liebre.
Puntilla: “Un saludo para Antonio Nicolás, tu lucha por la libertad del pueblo venezolano no será en vano"