Los veinte y seis años de la fecha del magnicidio de Álvaro Gómez, casi tres décadas, pueden representar a los jóvenes un personaje y unas ideas por conocer y a los mayores, la ansiedad e inquietud porque pasado el tiempo, fuera alcanzable “su incansable gusto por acariciar la idea de cómo sería el país si realmente nos pusiéramos … de acuerdo en los puntos básicos que tanta falta están haciendo hoy”. Palabras que dieron nacimiento al Movimiento de Salvación Nacional hace treinta años.
Muy seguramente, un joven de hoy también quiere participar y construir esa visión conjunta de la nación que queremos y ver, como opción, la posibilidad de ese acuerdo sobre lo fundamental.
Así decía: “por ejemplo, si nosotros tuviéramos un concepto de la moral, que no fuera equívoco, que no significara distintas cosas, seguramente no estaríamos soportando la desmoralización existente …”.
Nunca le preocupó llamar a las distintas fuerzas a unirse en un mismo rumbo, pues lo importante estaba, y está, en “concretar la voluntad del cambio”. Interpretando su pensamiento, este cambio, que es la razón de la política, sólo es posible si se concreta el norte o la visión a dónde se quiere llegar, se despierta de la indiferencia y se sale de la convivencia consabida frente a lo injusto, lo impropio y el paso lento.
Bien decía en el mismo discurso de lanzamiento del movimiento: “A mí me preocupa es la indiferencia general, la indiferencia política que existe entorno de la inmoralidad, la indiferencia política que existe en torno de la crisis de la ley, la indiferencia política que existe en torno a la falta de justicia …” Son las mismas preocupaciones que atañen al país de la pospandemia.
Su ejercicio es básicamente la planeación de un país en prospectiva, como lo es la visión de un emprendimiento o una empresa, donde finalmente se deducen los puntos más sentidos de acción, que él en su momento consolidó y que el país tiene latentes, pero en especial donde se comprende, que “la política es, por definición, una ocupación de todos”.
Ese logo inicial de una de sus candidaturas de rombos de distintos colores, que pintó y tradujo luego como símbolo de esperanza, en el arco iris de salvación nacional, entra en la nota re, propia de la pandemia, como la de restablecer, los conceptos básicos de la labor política y también de un país que puede cambiar el modo de polarización por un “bagaje conjunto de valores” y por supuesto de acciones.
Cuando se aproximan las elecciones presidenciales y existe la posibilidad de revivir el Movimiento de Salvación Nacional en cercanía con la fecha que se arrebató la vida a Álvaro Gómez, sea el momento para repetir su frase de ser “conductores de esperanza”, de “fabricar destino”, de marcar con “talente conservador” el tono moral del accionar político y activar con paso determinante y revolucionario: la economía, la educación y la conservación del medio ambiente.
* Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI