Insisto, a fuerza de ser cansón, en que el Amor -con mayúscula- es la fuerza más poderosa que existe, creadora de multiversos y sustentadora de la vida. Aquí la expresamos en amor, con minúscula.
El Amor es el orden implícito que sostiene todo lo que existe, como nos lo sugiere David Bohm en La totalidad y el orden implicado. En palabras sencillas, sin amor no hay nada. ¡Nada! Esto significa que incluso en las circunstancias más adversas, esas que nos revuelven la vida, también está presente el amor; la propuesta es que nos animemos a descubrirlo, reconocerlo en cada instante, así como a expresarlo. Hacer explícito lo implícito nos permite ampliar la consciencia y experimentar el gozo permanente, que va más allá de la felicidad, que por demás es transitoria.
En un planeta pequeño como el nuestro, localizado en una modesta galaxia, el amor es también a menor escala, lo cual no lo hace menos importante, pues la Tierra es una esfera de experimentación, un espacio para realizar los entrenamientos básicos que nos permitan comprender paulatinamente -a medida que avanzamos en otras dimensiones existenciales- lo que es el Amor. Sí, aquí somos pequeños y tenemos muchas lecciones por delante, así como los bebés, quienes desde recién nacidos manifiestan todo su potencial y aprenden sin parar. Estamos llamados a tratarnos con esa misma ternura que hacia los más chicos, sin excepciones. Difícil y posible.
El amor con minúscula se expresa en el rosicler del amanecer y los tonos anaranjados que adornan el cielo antes de llegar la noche. También lo apreciamos en la flor que nos entrega sus colores y aromas, tanto como en las hojas que se desprenden de los árboles, lo cual nos permite comprender lo amoroso que hay en la vida y la muerte. La naturaleza es en su totalidad una expresión del amor: el pájaro que canta y vuela; el pez chico que alimenta al agradecido grande; la tierra y sus frutos, el agua y sus formas, el cielo y sus luces; tú, yo, nosotros.
Vivimos ese amor en primera persona: en nuestras articulaciones y huesos, la danza armónica de nuestros órganos vitales, el sonido de nuestra voz… Podemos aprender a reconocerlo en nuestro interior y a expresárnoslo. Es ese el mandamiento: amarnos a nosotros mismos antes que al prójimo, para amarle de la misma manera. ¿Cómo te expresas el amor a ti mismo? ¿Cuándo fue la última vez que lo hiciste? ¿Te abrazas con frecuencia? ¿Le sonríes a la persona que ves en el espejo cuando te peinas? ¿Te has dicho que te amas? Te invito a que te manifiestes tu propio amor. Luego, desde adentro, será más sencillo compartirlo afuera.
@edoxvargas