Como una metáfora, los economistas suelen hablar de marchitamiento agarrados de la biología cuando se refiere a las causas por las cuales las plantas pueden sufrir de deficiencias nutricionales o complicaciones para absorber el agua, por ejemplo, porque una bacteria bloquea sus canales. En muchos casos suele ser irreversible y en otros su recuperación implica grandes esfuerzos. Por eso el cuidado del medio es determinante.
Igual puede pasar con la economía, las políticas del Estado o sus instituciones. A diferencia del medio biológico, una razón pensada -no una bacteria exógena- lo puede generar. Preocupa el despertarse con sorpresas diarias de políticas que se asoman como el fantasma de un marchitamiento intencional.
Hoy, vamos en plena contravía: el Estado para todo, hasta lo más posible y el mercado tratado con desconfianza y fuertemente ceñido para financiar al primero que quiere agigantarse. Es un marchitamiento que además viene acompañado del peligroso bicho del adanismo -manejar las causas como si nadie las hubiera tratado o trabajado antes-. O sea, la antítesis de la prosperidad, de trabajar sobre lo construido. Una abolición del verbo mejorar.
La fórmula del presidente Juan Manuel Santos: “el mercado hasta donde sea posible y el Estado hasta donde sea necesario” debería ser el camino, no al contrario. Parafraseando artículo de Juanita León en la Silla Vacía (2014), esta expresión marcó su enfoque de la Tercera Vía y la enunció, en sus primeros días de gobierno del primer mandato, cuando hablaba de subirse al tren de la prosperidad, como candidato fuerte y elegido de la derecha. En el segundo mandato, con el apoyo de la izquierda y del actual presidente, la mantuvo en el discurso de relanzamiento de su gobierno, aunque la quiso envolver con su bandera de entonces: la paz estable y duradera.
La Tercera Vía, tesis del sociólogo Anthony Giddens, fue asumida por Tony Blair en un intento de incluir una visión de tinte conservador a su gobierno laborista, más cercana a la economía social de mercado, distanciándose del neoliberalismo, en la medida que plantea la posibilidad de la intervención del Estado, cuando sea en lo social necesaria. En palabras de Blair sería: competencia hasta donde sea posible y regulación hasta donde sea necesario.
Curiosamente, Juan Manuel Santos divulgaba la Tercera Vía en una de sus columnas en El Tiempo, mucho antes de ser ministro, aludiendo a la capacidad de hacer alianza entre lo público y privado como una misión de la “nueva izquierda”, en el entendido de la importancia de las empresas privadas para el desarrollo económico. Es decir, un reconocimiento a la función social de la propiedad privada, principio por excelencia conservador.
Resulta muy preocupante entonces cómo caen como cascada empresas intervenidas en la salud; el sistema de salud, que siendo no perfecto si lo era ejemplar para el mundo; Ecopetrol; el ICETEX; las universidades y hospitales con enormes cuentas pendientes de pago del Estado; la diplomacia en las relaciones internacionales y la retrospectiva a varios convenios de comercio bilaterales, para no continuar con la lista.
Creer que todo el andamiaje construido debe ser objeto “del cambio” es desconocer -con mucho por hacer- largos años de superación de enormes brechas y conflictos y el ascenso en distintos indicadores. Entre otras el país como economía ocupa el puesto 12 en el ranking de emprendimiento entre 50 países, según el informe Business Ready 2024 del Banco Mundial.
El Congreso, los tanques de pensamiento, los mismos asesores y ministros del gobierno, los órganos de control, la Corte Constitucional, los partidos, el periodismo y la ciudadanía tienen una gran responsabilidad para evitar la marchitez de muchos alcances e incluso las mismas marchas (que no tienen que ver nada con el marchitamiento).
Cuando se asome el fantasma vale recordar el costo que puede implicar recobrar lo perdido. Bien dice el refrán: tres cosas nunca pueden recuperarse: la flecha lanzada, la palabra dicha y la oportunidad perdida.
*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI