El Partido Conservador no solo está dividido, está disperso. Son tantos los matices en pugna que ni siquiera se han intentado gestiones de unidad, condición indispensable para frenar la deserción que hoy avanza a grandes pasos. Es la consecuencia de haber trocado proselitismo por clientelismo, el que, si bien facilita pasajeras victorias y alimenta ambiciones, no crea lealtades, razón y fundamento de la existencia de los partidos, voceros de una comunidad de ideas, valores, creencias y esperanzas.
A su vez, son las esperanzas en el porvenir y la fe en los líderes las que conducen al poder, objetivo legítimo del quehacer político. Así es cómo funciona la democracia. Claro, para triunfar se necesitan Jefes, banderas, propuestas, verbo y comunicación con la opinión.
El Conservatismo tiene perenne compromiso con la equidad social y con la defensa de la moral. De esas creencias surge el talante de nuestros grandes adalides. ¡Es lo que está ausente del acontecer conservador de hoy!. Al afianzarse el poder de los congresistas en la dirección de la colectividad y, con ello, a prevalecer su reelección, se nos está llevando a un divorcio con las masas y a deponer nuestro arsenal ideológico. No fijamos posiciones, ni estamos en la discusión de los problemas públicos, ni se nos identifica con causa alguna. Es una realidad que no se entiende puesto que el colaboracionismo y el apoyo a la paz tienen sustento en el devenir histórico del partido. Es una realidad de silencio que sorprende y que no nos merecemos, ni se merecen quienes, como los congresistas conservadores, son batalladores, reconocidos jefes regionales, que han ganado en duras lides su curul de Senador o de Representante. La ausencia del debate dejó el campo libre para que la voz de Pastrana, Martha Lucia y Ordoñez llegaran a las anhelantes masas azules. Esa fue la victoria del No.
Cualquiera que sea nuestra esquina política todos seremos culpables del ocaso del partido. Se hace urgente, entonces, invitar a nuestros dirigentes, sin distingo alguno, a la reflexión sobre la situación actual. El desasosiego general y la desconfianza en el gobierno central, reclaman la influencia de lo conservador para preservar las instituciones que han definido el perfil de nuestra democracia. También, la reorientación del proceso de paz con las Farc, hacia una implementación consensuada, como lo establece un parágrafo olvidado del Acuerdo Final (pág.7), exige la presencia de lo conservador.
Asimismo, cuando la tranquilidad ciudadana está amenazada y la crispación aumenta, hay que recurrir al diálogo, al encuentro de fuerzas que otrora han coincidido en la defensa de las libertades y del orden social. El Partido Conservador unido está llamado a convertirse en el forjador de una nueva convivencia nacional. En el facilitador del entendimiento entre los sectores de la centro-derecha colombiana. Es una oportunidad de servir a Colombia con coraje y desprendimiento.
Finalmente, es sabido que cuando los puños están en alto, el lenguaje del abrazo es rechazado por impertinente o por ingenuo. Sin embargo, bien vale la pena persistir.