Eduardo Vargas Montenegro, Phd | El Nuevo Siglo
Viernes, 20 de Marzo de 2015

ESENCIA

Respeto

La vida no se trata de que los seres humanos pensemos lo mismo, lo que sería -además de aburridísimo- imposible, aunque sin duda sea el sueño de quienes pretenden tener unanimidad alrededor de sus ideas, sin nadie que las enriquezca o controvierta. Tenemos perspectivas diferentes de la vida, mediadas por nuestras historias personales y familiares, los entornos en los que crecimos, las actividades que realizamos y nuestros intereses particulares. Todo eso entra en juego cuando interactuamos con otras personas en los diferentes ámbitos de la cotidianidad. La convivencia es realmente compleja, como lo somos los seres humanos, en nuestras danzas continuas entre el orden y el caos. En medio de esa complejidad nos encontramos, construimos relaciones, vivimos.  Aunque parezca evidente, sin respeto mutuo no lo lograremos plenamente; pedimos respeto, a veces lo exigimos, pero, ¿lo generamos? ¿Qué hace que no nos respetemos mutuamente?

Creo que cuando no respetamos otras ideas diferentes a las nuestras es cuando aquéllas nos ponen en jaque. Las que no representan amenaza son esas ideas que podemos escuchar y dejar pasar o escuchar y avalar, pues fortalecen nuestra propia forma de pensar y enriquecen nuestros argumentos. Pero las que nos sacan de nuestra zona de confort cuestionan nuestros principios, nos generan crisis. Es en esas crisis cuando se nos olvida el respeto por el otro y sus ideas y aparecen la burla, el sarcasmo y la descalificación en forma automática, como un mecanismo de defensa para evitar cuestionarnos. A veces nos damos cuenta de que estamos irrespetando al otro y optamos por rectificar. Otras veces no nos damos cuenta del irrespeto y éste sigue como con vida propia. Y otras nos damos cuenta, pero insistimos en el ataque al otro, desde una vulnerabilidad vestida de seguridad y prepotencia, pues nos interesa defendernos a como dé lugar. Hay de todo en el menú de la vida.

Lo más sensato es damos cuenta y transformarnos. Ello no quiere decir necesariamente incluir esas ideas que no compartimos, pero sí atestiguar por qué nos generan resistencia, tanta que nos volamos los límites de la convivencia.  ¿Qué es lo que nos genera tanta indignación como para desconectarnos de nuestra propia armonía y avasallar la del otro? ¿Qué es eso que no estamos en disposición de soltar y que defendemos con el ataque? Darnos cuenta de ello marcaría la diferencia y nos permitiría aprender. Mientras no nos respetemos en lo micro -la familia, los amigos, el trabajo-, podremos salir y hacer todas las marchas exigiendo respeto, podremos tener un discurso que clama derechos, justicia y equidad, pero esos actos no pasarán de ser activismos huecos, con bombos, platillos, pero insustanciales… Los primeros que merecemos nuestro respeto somos nosotros mismos.

@doxvargas