EDUARDO VARGAS MONTENEGRO, PhD | El Nuevo Siglo
Domingo, 6 de Julio de 2014

Consciencia de unidad

 

Aquello que las ideologías separan, el fútbol lo une. Tal vez esa sea la mayor magia del balompié: lograr cohesión social donde antes ha habido desencuentro, rivalidad, descalificación e incluso odio. Ante el color de una camiseta, amarilla o roja de Colombia, roja de Costa Rica o Chile, verde de México, retornamos a la consciencia de unidad, a recordar que en realidad hacemos parte de un todo más grande que nos abraza y cobija. Recordamos que todos somos uno. No importa que estemos en nuestros países o fuera de ellos; no importa que estemos a miles de kilómetros del estadio en el que juega nuestra selección; no importa la diferencia horaria. La consciencia de unidad supera tiempo y espacio, así como al compañero ego, imprescindible para nuestra individuación.

Incluso también supera los nacionalismos. En el partido del viernes pasado en el que jugaron Brasil y Colombia, otros países se sumaron para hacerle barra a los muchachos de Pékerman: México, Chile, España, Inglaterra, Costa Rica… Por momentos se nos borran las fronteras y surge algo más grande que nosotros, que siempre está, pero que no solemos reconocer. Con el fútbol de diluyen las ideologías de derecha, centro o izquierda; las creencias religiosas no son barreras, como tampoco el idioma o la raza. Aunque sigamos en una lógica ganar-perder, y falten milenios para superarla, se da una momentánea cohesión, que nos muestra que el amor puede más que la guerra, que la solidaridad es más fuerte que la discriminación, que la energÍa colectiva es una ola que sobrepasa el interés individual.   

En los momentos de máxima celebración colectiva, en los de una pérdida familiar o un desastre natural que afecte a una región es cuando tocamos inconscientemente lo que es la verdadera realidad: que somos uno. La separación es una idea, una ilusión que distorsiona nuestra cotidianidad. Pero una vez pasa el fútbol, o cualquier otro deporte, la ilusión se vuelve a apoderar de nuestros sentipensamientos y nos desconectamos de lo esencial. Claro que hay diferencias, que no solo son inevitables sino imprescindibles.  Unos pensaban que ganaríamos 1-0; otros, 2-1; algunos más que nos íbamos a tiros desde el punto penal… Sin embargo, el anhelo era el mismo, en el objetivo no había discusión.  También hay diferencias en los objetivos nacionales: en cómo poner término al conflicto armado, cómo aplicar una justicia restaurativa, cómo avanzar hacia una sociedad más incluyente y solidaria.

Ojalá podamos aprender de esos momentos de euforia colectiva que hemos vivido. Ojalá, ahora que pasen los recibimientos muy merecidos por nuestros futbolistas, seamos capaces como nación de enfocarnos en alcanzar nuestros objetivos comunes de sociedad y que, por encima de las diferencias, triunfe la unidad.

@edoxvargas