Caminos y no metas
En este mundo al que ya no le alcanzan 24 horas para dar una vuelta, en el que se nos exige del 100% el 110%, como si esto en realidad fuese posible, se ha hipervalorado el logro, y se nos tilda de competentes o no, de acuerdo con estándares numéricos, que poco o nada dicen de nuestro verdadero potencial: una calificación en un examen, una prueba nacional del sistema de acreditación académica, un test cualquiera, el coeficiente intelectual…
Nuestra humanidad, esa condición inalienable del ser, se califica de acuerdo con parámetros establecidos desde un pensamiento positivista, lineal, que lo que no puede medir no lo comprende y resuelve, entonces, que no existe.
Medimos a nuestros niños por logros casi que desde el vientre materno, como si fuese la única posibilidad de abordar un proceso de crecimiento integral. Sí, en los últimos siglos ese ha sido el rasero, pero afortunadamente no es el único. Aprendimos a medir el “éxito” en función del competir hacia afuera, desde la comparación, y sacamos pecho ingenuamente. ¿Es más exitosa una persona que ha cursado un post-doctorado que una que no culminó la primaria, o que de plano no tuvo acceso a la educación formal? Desde la mirada positivista del mundo, sí; desde una perspectiva holística y espiritual, no necesariamente.
Si nos medimos y comparamos con el parangón de las metas numéricas, que hacen bulla y se exaltan en las estadísticas, nos tratamos y nos tratan como engranajes de una masa informe en la que todas las piezas iguales deben encajar de manera idéntica. Si cambiamos la mirada y dejamos de compararnos unos a otros, respetando nuestras propias subjetividades, el universo se enriquece. Si nos asumimos como sujetos, la meta se relativiza, los procesos de aprendizaje vital cobran vigencia y los ritmos subjetivos se valoran. ¿Es eso funcional al sistema? Por supuesto que no. Pero, ¿acaso no tenemos derecho a proponer y desarrollar otras visiones de nosotros mismos y el mundo?
Una cuerda estirada no se rompe cuando casi no aguanta; se rompe cuando se rompe, es decir, al 100% de una visión materialista. No es posible que se rompa al 150%, pues se rompió hace rato, y si ello se afirmara significaría que se midió mal. Eso no quiere decir que hoy no podamos esforzarnos más que ayer y mañana más que hoy. Son dos cosas muy distintas.
La totalidad de una persona es diferente a la totalidad de otra. Y los caminos de aprendizaje distan mucho de ser universales. Por eso el analfabeto puede tener o no una vida más armónica que quien tiene rimbombante pedigree. El camino del aprendizaje es largo, subjetivo y propio, más importante que la meta.