Cambiar es posible
Nelson Mandela, quien hasta este momento parece recuperarse en un hospital de Pretoria, es tal vez el personaje público contemporáneo que mejor encarna la expansión de la consciencia. Ello no quiere decir que sea un ser humano perfecto, pues en este plano físico nadie lo es, y tampoco se trata de eso; sí es un ejemplo muy significativo de cómo desde las dificultades más extremas es posible no sólo hablar de amor, sino practicarlo, en medio de las situaciones más adversas.
Lo más fácil para Mandela hubiese sido permanecer en el resentimiento a raíz de tantos vejámenes a que fue sometido, y dejarse arrastrar por el sentimiento colectivo de su pueblo y su partido, que desde el sufrimiento clamaba lucha no violenta, pero en fin de cuentas lucha. En algún momento de su cautiverio, en la soledad de su celda y en permanente diálogo interior, el líder negro encontró la mejor respuesta posible: no luchar, fluir, haciendo lo que era preciso hacer, y usar la fuerza no para confrontación sino para la reconciliación. Una locura para muchos de ese entonces, y una locura para muchos hoy día, pues estamos acostumbrados a vivir luchando, y no pocas veces se muestra orgullo en hacerlo.
Mandela no hizo cosa diferente a ampliar su consciencia. Por supuesto ese proceso tuvo que estar cargado de dificultades, retrocesos, tentaciones de volver a la confrontación… El crecimiento no es una recta ascendente, sino que su dinámica es como la de la vida, la del ritmo cardíaco, con subidas y bajadas. Crecer no es cosa de santos; por el contrario, es de seres humanos, con nuestros conflictos diarios, las historias personales y colectivas, con todo lo que trae la vida. Entonces, como no se necesita estar en los altares para ensanchar la consciencia, el darse cuenta está al alcance de todos, sin importar de dónde vengamos ni qué cargas traigamos. Madiba, como le llaman los surafricanos al expresidente (y nombre del clan al que pertenece), se dio cuenta de cuál era su camino, y lo propuso como alternativa: el perdón, la reconciliación, la no violencia.
Cuando los seres humanos cambiamos de frecuencia algunas personas se van, otras llegan. Mandela subió de vibración y apareció en su misma frecuencia Frederick de Klerk, sin quien el proceso de reconciliación, que continúa, hubiese sido imposible. Muchos se sumaron, otros se opusieron, pero en fin de cuentas se dieron las sincronías necesarias para llevar a Suráfrica del odio y la segregación a un camino de integración, no fácil, no perfecto, en construcción permanente.
No sé si Mandela esté o no iluminado, pero definitivamente sí ha tenido destellos de luz, que nos demuestran con hechos que cambiar es posible.
@edoxvargas