Aprende
El aprendizaje no se puede reducir a las aulas de clase. Hacerlo sería comprimir la vida en una cárcel, como en esos llaveros chinos que llevan por dentro un animal vivo, condenado a morir por algo menos de un dólar. También nos condenamos a nosotros mismos a morir si no aprendemos; tal vez no sea una muerte física, pero sí una muerte espiritual.
Ocurre lo mismo si no nos damos cuenta de lo que aprendemos, pues muchas veces en el afán de la cotidianidad no reparamos en reconocer todo eso nuevo que llega a nuestras vidas, que hemos incorporado y que podríamos seguir utilizando o compartirlo con otros.
Estamos aprendiendo desde que nos encontramos en el vientre materno. Aprendemos el amor, la contención, el abrazo, como también podemos aprender del dolor inherente a la vida, en casos de abandono o negación. Todo el tiempo estamos recibiendo información, que incide en nuestros contenidos biológicos, emocionales, racionales y trascendentes. El punto crucial es identificar qué información nos es necesaria, cuál es pertinente aceptar y cuál debemos dejar pasar, para -antes que contaminarnos- podamos crecer en armonía.
Es ahí donde requerimos hacer un filtro a los estímulos, más ahora en esta era digital, en la que existe una sobredosis de información y llega de todo, por todos lados. La educación hace mucho rato que dejó de ser un tema de salón de clase, y el aprendizaje ya no se considera -al menos desde la biopedagogía holista- un tema lineal ni unidireccional, sino circular y multicausal, esto es: permanente, mutuo y diverso. Experiencias de aprendizaje hay en todas partes, todo el tiempo, así que es preciso ser selectivos, para elegir lo que nos es pertinente en el aquí y el ahora.
Podríamos hacernos algunas preguntas para identificar si la información que nos llega, de afuera o desde nuestra propia mente, nos sirve o no, y si necesitamos seguirla recibiendo indefinidamente: ¿aprendo de la pelea politiquera que se repite una y otra vez? ¿Aprendo de la canción que me dice que no soy nadie sin la pareja que se fue? ¿Aprendo de los mensajes de envidia que llegan a cada momento? ¿Aprendo de los juicios ajenos, sobre otros o sobre mí? ¿Aprendo de seguir revolcándome en el dolor del pasado, que sin resolver ocupa mi pensamiento? Posiblemente no se aprende de ello, y sí se genera un montón de senti-pensamientos para alimentar un relleno sanitario.
Hay información mucho más estimulante para la armonía: la sonrisa de un niño, un abrazo amigo, un proyecto en equipo, un momento de meditación, un almuerzo en consciencia, una conversación constructiva, una reflexión juiciosa. Ahí hay aprendizajes.
@edoxvargas