Esperanza dinámica
Creo que todo lo que nos ocurre tiene una razón de ser, un propósito, o muchos, que no siempre vemos claramente. Cuando estamos atravesando una situación difícil, que nos genera dolor, miedo, rabia, ansiedad, nos queda complicado sentir y pensar que eso que vivimos pueda tener algún sentido. Y lo tiene, pues la vida en su sabiduría no nos proporciona nada gratuito, nada de lo cual no podamos aprender. Así que tenemos esperanza; siempre hay esperanza, aunque a veces en medio del caos todo parezca oscuridad. Esto no es un optimismo vano, de esos que suelen vendernos las dinámicas motivacionales, de aplaudir sin sentido, sonreír sin ganas y decir que todo está “bien”, cuando eso no es real.
No, en ocasiones las cosas están “mal”. Y entrecomillo bien y mal, porque creo que en el continuo de la existencia son simplemente situaciones de aprendizaje, unas que nos gustan más y otras que definitivamente no; unas que nos mantienen en las zonas de confort, y otras que nos sacan de ellas para proyectarnos a zonas de aprendizaje. Los seres humanos tenemos derecho a sentirnos mal, a llorar, hacer pataleta, sentir miedo, tocar la parálisis. Y en esos momentos lo sensato es reconocer lo que hay y darnos el permiso de vivirlo. Si una persona acaba de quebrar no tendría sentido que negase sus emociones, que muy probablemente sean de frustración, culpa, miedo y rabia. Es necesario atravesar conscientemente eso que la vida plantea, pues es el primer paso para el aprendizaje. Igual ocurre con la pérdida de un ser querido, la discusión con un amigo, el cierre de una relación de pareja, u otra situación de esas que nadie quiere vivir, pero que resultan inevitables.
Tampoco se trata de revolcarse en el dolor y caer en el sufrimiento. De lo que se trata es de asumir lo que ofrece la realidad como un período temporal. Es temporal el dolor, como lo es la alegría: se turnan, danzan, coquetean en la cotidianidad de la existencia. Entonces, cuando estamos a la baja, no tiene sentido maquillar lo que hay. Es preciso llorar, hacer rabieta, vivir plenamente ese momento, reconociendo que es justamente eso, un momento, y que -aunque parezca increíble- también pasará. Ahí entra la esperanza, no como un consuelo tonto, sino como una posibilidad real, porque tarde o temprano empezará el alza. Pero no llegará sola, es necesario hacer que suceda.
Esperanza dinámica implica alinear pensamiento, emoción y acción para superar la situación límite; confiar en nuestros propios recursos y ponerlos en juego; pedir el apoyo necesario; reconocer que la vida nos da siempre lo que necesitamos, dejar de renegar y aceptar la posibilidad de aprender. ¡Y hacerlo!
@edoxvargas