EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 31 de Marzo de 2013

La clave del tropezón

 

Posiblemente le ha ocurrido que se ha tropezado más de dos veces con la misma piedra, o lleva metiendo el pie en el mismo hueco durante años, a sabiendas de que es nocivo para usted o para otros. Creo que a todos nos ha pasado, pues es parte del aprendizaje; lo que ocurre es que repetir tercero de primaria o grado décimo es verdaderamente aburridor, además de frustrante. También es factible que al observar detenidamente a su pareja, sus padres, familiares o amigos cercanos se percate de que les cuesta trabajo enmendar los errores o que incluso pareciese que no aprendieran de sus estrellones. Y como es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que reparar en la viga del propio, usted y yo nos podemos irritar e identificar como negligencia la testarudez del otro. Tal vez nos falte reconocer que cada quien tiene su propio ritmo y su propia metodología de aprendizaje.

Esto es lo que a la mayoría de las instituciones educativas les cuesta trabajo reconocer: que no puede haber modelos pedagógicos únicos, que uniformen y  pretendan estandarizar las habilidades de las personas. Lo intentan, pero no lo logran, porque el universo no funciona así, la vida no fluye de esa manera. Cada quien tiene sus particularidades, aunque por supuesto no sea rentable tal reconocimiento. Este tal vez sea el principal motivo de la crisis educativa, aunque por supuesto hay más razones.  Más que de enseñar, se trata de aprender, y en esto los seres humanos estamos todos en la misma barca de los aprendientes.

Equivocarse en lo mismo varias veces puede conducir a la culpa, bien sea achacada por otros o sentida por sí mismo. Resulta que la culpa es el peor enemigo del aprendizaje, pues paraliza y minimiza: el problema no es equivocarse sino compararse con otros, que aunque también se equivocan parecen ser más “eficientes”. Es ahí donde podemos sentirnos menos y perder nuestro propio poder. Lo mismo puede pasar cuando nos sobre-exigimos, pues no hemos aprendido aún a ser compasivos con nosotros mismos.  Compasión con firmeza, pues no son excluyentes sino complementarias.

Sí, necesitamos ponernos límites sanos y reconocer que en ese tropezón continuo hay una clave de existencia, no para repetir el error sino para enmendarlo. Si seguimos haciendo nuestro mejor esfuerzo consciente, sin desfallecer, lograremos atravesar el obstáculo, no luchando, sí ampliando nuestra comprensión, preguntándonos el para qué del estrellón, y si verdaderamente seguir en él no representa una zona de confort, de la que nos quejamos pero no soltamos. Si estamos atentos y activos, las respuestas y los aprendizajes llegarán. Y podremos ser más compasivos con nosotros mismos y con los demás. 

@edoxvargas