Cambio de frecuencia
Por lo general, cada que empezamos un año lo iniciamos con nuevos propósitos, que marcarán el norte de nuestras acciones. Cambiar de trabajo, ciudad, estado civil, vivienda... Cambios que podrán favorecer nuestra vida y la de nuestras familias, representados en mayor comodidad, bienestar. A lo mejor estamos aburridos de lo mismo y necesitamos renovar las energías.
Es probable que también estemos cansados de algunas actitudes, que han limitado todo nuestro potencial. Podemos estar agotados por el miedo a hacer lo que realmente queremos, con la confianza en nosotros y en la vida cada vez más minada. O el agotamiento puede ser por dolores no resueltos, que tallando el corazón se han convertido en sufrimiento.
A veces lo que nos roba la energía es estar en permanente actitud de lucha, que como todas las guerras es tan inútil como innecesaria. Luchamos contra el cáncer, el narcotráfico, el VIH, la corrupción, sin buenos resultados, pues no es desde la lucha como se dan transformaciones reales y duraderas.
Nos agota también la envidia, pues nos impide disfrutar lo que tenemos por andar deseando lo ajeno. O nos hemos vuelto tan insaciables, que estamos extenuados por querer más y más sin satisfacernos, o de tener la mayor cantidad de experiencias extremas, solamente para sentir que aún estamos vivos. También podemos estar avasallados por la frustración de andar siempre comprando amor sin conseguirlo, o de intentar obtener afectos y efectos desde la manipulación. Todo ello nos puede ir desgastando lentamente, sin darnos cuenta de que existe otra frecuencia.
Cuando una emisora de radio o un canal de televisión nos saturan, fácilmente cambiamos de frecuencia haciendo un click. De inmediato sintonizamos otras imágenes y sonidos, otros rostros y otras voces, hasta que nuevamente necesitemos o queramos cambiar. Puede ser que no queramos cambiar la frecuencia de la ira, pero sí lo necesitemos; o que tampoco queramos cambiar la frecuencia de la parálisis, pero sí lo necesitemos. O que no queramos compartir más de nuestras vidas, pero sí lo necesitemos.
En el nuevo año -sólo por aquello de los nuevos propósitos, pues en realidad lo podemos hacer cada día- podemos cambiar todas esas frecuencias que nos atan al pasado y nos quitan energía, por la frecuencia del amor. Esto, más que romántico, resulta práctico y sensato.
Se trata de elevar las frecuencias, de vibrar con lo que estamos llamados a vibrar como especie, y que se nos plantea en todas y cada una de las tradiciones sagradas de sabiduría. El amor está en todas partes y lo podemos sintonizar aquí y ahora, para dejar pasar miedos, iras y frustraciones que arrastramos desde hace rato. Se trata sólo de decidir hacerlo, aquí y ahora.
@edoxvargas