Aceptación
Hay muchas situaciones que los seres humanos tememos afrontar: un amor, de esos que los demás tildan de imposibles, pero que con todo e imposibilidad sentimos; un diagnóstico que nos puede confirmar que el malestar físico que sentimos es más delicado de lo que creemos; la noticia del fallecimiento de un ser querido, con muchos años encima, pero que quisiésemos que permaneciese por siempre; el comunicado sobre una pérdida económica o una debacle financiera, que veíamos venir… posiblemente usted en este instante tenga en mente algún hecho que quiere evitar, pero que sabe que va a llegar.
La vida está llena de estas inevitabilidades, que de alguna u otra manera nos ponen en jaque. Por ello, lo más sano que podemos hacer es aceptar lo que hay, reconocer eso que nos está pasando y que por más que nos hagamos los desentendidos, cambia nuestra vida.
Aceptar lo que la vida nos plantea es el primer paso para fluir. Basta con mirar el agua para reconocer la sabiduría, puesto que no pelea con nada ni con nadie. Rodea piedras, abre cauces, sin lucha. Cuando el agua rompe diques no es por lucha, es simplemente por acumulación de energía, que de alguna manera se canaliza. Podríamos ser como el agua, en constante fluidez, pero eso no es tan sencillo en las relaciones que vivimos todos los días, con los otros o con nosotros mismos. En la medida en que aceptamos lo que hay, sin resistencias, empezamos a ver las opciones que tenemos para sortear una situación con el mayor aprendizaje posible.
Nos puede dar temor aceptar lo que hay. Incluso podemos creer que no tenemos los recursos suficientes para surtir los procesos de manera armónica. Sin embargo, la vida en su inmensa sabiduría nos plantea únicamente los retos que estamos en capacidad de asumir. Así pues que desde el temor estamos subestimando las posibilidades que tenemos en nuestro repertorio para atravesar situaciones difíciles. Dado que estamos en un mundo que privilegia lo fácil y rápido, aquello que nos exige algo más de lo que solemos dar aparece amenazante, y es ahí cuando renunciamos a nuestro propio poder.
Nos da miedo nuestra propia grandeza, aunque suene duro decirlo. Por eso no aceptamos lo difícil y nos resistimos a verlo, desde una queja muy común: la vida es muy dura, la vida es una lucha. No hay tal, ni dureza ni lucha. Sí hay oportunidades maravillosas para crecer, aprendizajes que permiten que nuestra consciencia se amplíe cada vez más. Entre más nos demoremos en aceptar lo que hay y aceptar lo que somos, más tardaremos en aprender a vernos como seres maravillosos, en un proceso de aprendizaje guiado por la Consciencia Divina.
@edoxvargas