Recuperar el camino
No son muchas las personas que pueden mantenerse siempre enfocadas, haciendo lo que corresponde. Eso es definitivamente una virtud, que requiere cultivarse cada día, pues nadie está exento de perderse del camino en algún momento de la vida. Para quienes no están tan enfocados, resulta un proceso interesante el de recuperar la ruta de la auto-realización.
Lo primero es identificar el camino, para lo cual resulta clave hacer contacto con el niño interior que todos llevamos dentro, que siempre nos acompaña y tiene las respuestas a muchas de nuestras inquietudes vitales. De pequeños sabemos cuál es nuestra misión existencial: ello se manifiesta en juegos, en fantasías, que poco a poco se pueden ir diluyendo a medida que crecemos.
En la infancia jugamos a ser maestros, médicas, enfermeros, ingenieras, mamás o papás, y en esos juegos está implícito el sentido de nuestra vida. A veces seguimos esos impulsos; a veces cortamos nuestras alas, con ayuda o no de otros, quienes también en algún momento cortaron las suyas. Algún “tú no sirves para eso” o “eso no da plata”, lo podemos tomar muy en serio, y enfocarnos en una meta como el dinero, el éxito o el reconocimiento.
En este mundo, dominado por la vanidad y el consumo, se ha sobrevalorado el alcanzar las metas, perdiendo de vista la importancia de los procesos. No es que cumplir metas no sea importante, es que no es tan importante. Conozco personas que en el colegio o en la universidad apenas si cumplieron con los requisitos exigidos, pero que son más felices que quienes sacaron siempre cinco. Posiblemente aprendieron más de la vida, aunque no tanto de física, química o propedéutica de la fe. Creo que lo más importante es aprender en la vida y para la vida, reconocer en cada experiencia una posibilidad de reflexión y evolución, que todo lo que pasa tiene un sentido, que somos protagonistas de nuestra propia existencia.
Podemos perder el foco no solamente en el sentido vital, sino en la cotidianidad. Cuando nos alejamos del aquí y el ahora, sin asumir lo que hay, peleando por lo que quisiéramos que hubiere, nos perdemos. A veces estamos tan perdidos que ni cuenta nos damos de ello y seguimos luchando, como si la vida fuese un combate. Se nos olvida, pues en el interior siempre lo sabemos, que es mejor actuar desde el amor que desde la revancha. ¿Cómo nos reconectamos? Es fácil, de práctica: respirando profundo, tomando consciencia de la vida y pidiendo conexión interior, volvemos al centro, a ese niño o niña que tiene todas las respuestas.
Este es un proceso, no una meta, que podemos emprender todos, no solamente los yoguis de los Himalayas.
@edoxvargas