EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 16 de Febrero de 2014

Hay ángeles

 

Ningún  encuentro es casual. Es posible que en el momento en que nos cruzamos con alguien por primera vez -que puede ser incluso la única- no tengamos ni idea para qué nos encontramos. También es posible que ni siquiera nos hagamos la pregunta. Sin embargo, creo que cada persona que llega a nuestras vidas, así sea momentáneamente, es portadora de un mensaje que encierra un aprendizaje. Eso ocurre no sólo con las personas que nos simpatizan, con quienes tenemos afinidad o algún grado de cercanía. Pasa también con quienes nos caen mal, quienes aparentemente no tienen nada que ver con nosotros y con quienes no nos volveremos a encontrar.

La vida es sincrónica: cuando coincidimos en un lugar e interactuamos se nos abren múltiples posibilidades de acción. Si nos encontramos en un ascensor, sí, de esos en los que casi nadie se saluda, podemos aprender -o recordar- que somos congéneres y saludarnos. Claro, podemos también hacernos los locos, mirar hacia el piso o el techo y hacer de cuenta que vamos solos; allí no hay aprendizaje, pues nos mantenemos en las zonas de confort del aislamiento, tan frecuente en nuestras ciudades cada vez más atestadas. Con muchas personas del elevador no nos volveremos a encontrar, pero nos puede quedar de recuerdo una sonrisa o un gesto amable, y aprender que con un saludo nos hacemos más humanos. Sencillo, no necesariamente fácil.

Cuando el encuentro es más prolongado, los aprendizajes se van profundizando. Podemos encontrar afinidades y entablar una charla sobre la noticia del momento, el rumbo del país, un partido de fútbol, las tendencias de la moda o la canción más popular. Allí podemos aprender que aunque no nos gusten las mismas canciones, tengamos diferente color político o distintos credos, nos hermana la experiencia vital. Podemos aprender que para convivir no es necesario tener consensos, pensar igual o matricularnos bajo el mismo uniforme. De hecho podemos aprender a no tener uniformes, pues tenemos el derecho a no pensar como muchos quieren que pensemos o no consumir lo que algunos nos venden sin pudor alguno.

Al reconocer que en cada encuentro hay un aprendizaje posible estamos honrando la vida. A veces llegan personas que de manera desinteresada nos enseñan algo que no pudimos aprender antes, en la casa o la escolaridad.  Personas que nos enseñan con su experiencia y que sin tener que pensar igual nos pueden suscitar reflexiones sobre la existencia. Sí, hay ángeles, sin alas visibles, pero sí con una luz interior que comparten en amor. Y como todos tenemos esa luz, así nos empeñemos a veces en negarla o apagarla, la podemos compartir. En cada encuentro es factible aprender que los ángeles podríamos ser nosotros… 

@edoxvargas