Compasión
“La lengua suele ser tan ligera que alcanza una velocidad inusitada”
Hace años aprendí que hablar no es un acto inocente. Lo que decimos, así sea en broma, lleva una carga de verdad, esa que tenemos en el interior, que con fuerza inusitada aflora al exterior. En la cotidianidad son muchas las palabras que se nos escapan, más que de la boca desde el corazón, y revelan la realidad que estamos viviendo. Muchas veces no nos percatamos de aquello que expresamos, explícito en palabras o implícito en pensamientos y emociones. La lengua, que también la pluma, suele ser tan ligera que alcanza una velocidad inusitada. Palabra dicha y escrita, ya no regresa, aunque siempre nos podemos retractar, con otras palabras expresadas en mayor consciencia.
Nos puede pasar que nuestros mensajes no guardan congruencia entre sí. Es a lo que la sabiduría popular apela cuando dice que lo que hacemos con la mano lo borramos con los pies. Y como el mundo es imperfecto, los seres humanos somos imperfectos y las relaciones son imperfectas, en ocasiones -o muchas veces- tanta imperfección nos saca de quicio. Es ahí cuando soltamos la lengua o la pluma y nos olvidamos de la compasión, así seamos terapeutas, curas, pastores, monjas, papás o mamás. Podemos predicar el amor, mas no ejercerlo.
Se nos olvidó la compasión, ese “sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias”, como lo define el DRAE. Sí, quien asesinó está en desgracia, como quien atracó, calumnió, quien se voló con los ahorros de otros, quien colocó una moto-bomba y quien discriminó. Están en la desgracia de la inconsciencia. ¿Habrá en realidad mayor penalidad que desconectarse del amor, la fuerza cohesionadora de todo cuanto existe? Están en una desgracia conocida, pues todos en algún momento nos hemos desconectado del amor.
Sí, en esa inconsciencia han cometido delitos y es preciso que paguen por ello y resarzan a sus víctimas. Como la justicia es imperfecta, algunos la evadirán. Lo que no pueden evitar es la consciencia, aunque poco pueda representar para ellos, incluso para nosotros mismos. En algún momento la consciencia tenderá al orden, así no lo veamos ni creamos. Si además castigamos con la lengua, nos estamos castigando a nosotros mismos, pues vibramos en la misma frecuencia. Los podemos llamar tres veces cínicos, hijos de mala madre, insultarlos con toda clase de epítetos. ¿Estamos contribuyendo al mundo? ¿Sintonizamos con el amor, o se nos olvidó igual que a ellos, sólo que en modalidades distintas?
Si son políticos, no votemos por ellos. Si son curas o pastores, no vayamos a sus iglesias. ¿Si son nuestros padres, primos o amigos? ¿Si somos nosotros mismos? Activemos la compasión, y hagamos lo que corresponde hacer, conectados en consciencia y amor.
@edoxvargas