Planeación amorosa
“Logros y metas deben ser unos catalizadores de vida plena”
En este mundo competitivo, en el que nos han inculcado la competencia como un valor, casi que es obligatorio cumplir los retos, que generalmente vienen impuestos desde afuera, y que tragamos enteros para sobrevivir en medio de las sociedades contemporáneas. Se nos quiere uniformar desde los retos, como si todos tuviésemos que afrontar los mismos y cumplir los mismos: un posgrado a los tantos años, un vehículo antes de los tantos, una familia a los cuantos… Y dado que somos por naturaleza gregarios, inconscientemente nos cala el mensaje de ser como todos deben ser o como la sociedad necesita que seamos. Así que nos esforzamos en cumplir los retos impuestos por otros, para ganarnos el derecho de pertenecer. Muchas veces esa pertenencia es tan cara, que terminamos haciendo cualquier cantidad de sacrificios con tal de sentirnos incluidos.
Como los inicios de año son épocas de planeación y proyección, sería justo que nos dedicásemos un tiempo para pensar cuáles son los retos que verdaderamente necesitamos asumir en este nuevo período de tiempo, enfocándonos desde nuestras propias necesidades vitales, no para comprar afectos ni membresías, sino para procurarnos una experiencia vital cada vez más integrada. Para ello resulta necesario identificar cuáles son las presiones externas que tenemos y de dónde vienen, para diferenciar las que son pertinentes y las que no, y agradecer por todas ellas. Nuestras personas allegadas quieren lo mejor para nosotros, pero es desde nuestra sabiduría interior que en verdad podemos reconocer eso que es lo mejor.
Sería muy sano hacer de los logros y las metas unos catalizadores de vida plena, más que instrumentos para la comparación, la arrogancia o la frustración. Por ello es bueno recordar que cada quien tiene su propio camino, su propio ritmo y que por más esfuerzos externos para uniformizarnos, generalmente por lo bajo, somos seres únicos e irrepetibles; recordar que todos somos especiales. Desde esta perspectiva la planeación se convierte en un ejercicio amoroso con nosotros mismos, antes que una camisa de fuerza que nos coarta y asfixia. Con esa premisa amorosa podemos preguntarnos cuáles son las metas que merecemos alcanzar en este período de tiempo. ¿Qué merezco en cuanto a familia y pareja? ¿Qué, en lo económico? ¿Qué, en lo laboral? Y así subsecuentemente con otras áreas fundamentales de la vida: la salud física y emocional, la recreación y el ocio, la espiritualidad y trascendencia, los amigos, la educación o las áreas que para cada quien sean importantes.
Esas metas que identifiquemos han de convertirse en motores de vida, que están en el mundo de lo posible. Si nos enfocamos en lo que sí podemos hacer más que en lo que no, cambiaremos, haciendo lo que es pertinente.
@edoxvargas