EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Sábado, 30 de Julio de 2011

Héroes y heroínas interiores

LA  palabra héroe -que tan desvalorizada anda por estos tiempos en los que a cualquier persona que simplemente cumple su deber se le considera audaz y superdotada- remite a una persona capaz de alguna hazaña, de alguna acción que se sale de lo común y puede beneficiar a toda una comunidad. La acción debe ser en verdad heroica, algo extraordinario que demanda de la persona un esfuerzo tal que la saca de su propia zona de comodidad, en la que se es más grande que las propias circunstancias y se va más allá de lo esperado.


Solemos ver los héroes en lo externo: desde las epopeyas míticas hasta los personajes de moda, como Linterna Verde, Harry Potter o el clásico Superman, nos hacen la vida más amena y despiertan el sentido de la solidaridad y la entrega por los demás, sentimientos y acciones en ocasiones olvidados dentro de la marea de la cotidianidad. Capas, atuendos especiales, espadas, escudos y todo tipo de artilugios; situaciones inesperadas, mandatos transgeneracionales o incluso eventos adjudicados al inexistente azar; todo ello le permite a una persona común y corriente convertirse en héroe, con unos poderes nunca antes adivinados.


Tal vez lo más interesante de las historias de héroes es atestiguar cómo alguien aparentemente opaco y anodino termina haciendo todo un viaje de reencuentro con su propio poder, superando sus sombras, integrándolas y descubriendo la luz inherente a la misma vida.


Es ese precisamente el mensaje de las historias de héroes, de personas ordinarias que terminaron obteniendo logros extraordinarios. Y lo mejor del cuento, es que los héroes podemos ser nosotros mismos, desde nuestra cotidianidad y en los entornos que nos circundan.


Todos los seres humanos tenemos la posibilidad de hacer el recorrido del héroe. Este viaje no es solamente potestad de los hijos de los dioses o las diosas, o de guerreros de ayer o de hoy. Podemos, cada uno, ser los héroes de nuestra propia existencia, sin necesidad de tener millones de espectadores o de pisar alfombras rojas. En la intimidad de nuestro ser podemos hacer por nosotros mismos acciones extraordinarias que nos permitan disfrutar de una vida más sana.


Que usted sea su propio héroe/heroína no es tan difícil: basta con empezar a ampliar su propia consciencia, con darse cuenta de todos los dones que le han sido conferidos; basta con revivir el deseo ferviente de escuchar su voz interior y disponerse a seguir su intuición. Esa es justamente la espiritualidad: conectarse consigo mismo en el aquí y en el ahora, abandonando por un rato el ruido exterior, las presiones del día a día, para dejar que su ser le hable en lo profundo del silencio. Eso es extraordinario.