EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 22 de Diciembre de 2013

Nuestro poder (II)

 

¿Qué  tal si en esta semana celebrásemos nuestro re-nacimiento? ¿Qué tal si, aprovechando las festividades de Navidad, decidimos reconectarnos con nuestro propio poder? ¿Qué tal si soltamos todo aquello que no necesitamos? Este sería un buen ejercicio tanto práctico como espiritual, que nos permitiría fluir con lo que en verdad requerimos. Si optamos por ello se aproxima un gran trabajo, para el que no hay fórmulas, pero sí algunas pautas que nos pueden ayudar a acometer el esfuerzo. Recuperar el propio poder pasa por identificar aquellas áreas en las que lo perdimos, que pueden pasar por la salud física o emocional, hasta la abundancia, pasando por la autoestima. Se trata de hacernos una especie de escáner, con absoluta sinceridad, para establecer esos vacíos que quisiésemos llenar. 

En el caso de una enfermedad física, vale la pena preguntarse qué actitud se ha asumido frente a la enfermedad: lucha, resignación, indiferencia o aprendizaje. Si la respuesta es alguna de las tres primeras, perdimos nuestro poder. Ya he hablado varias veces de la diferencia entre lucha y esfuerzo, y de la importancia de enfocarnos en este último, pues la lucha nos coloca de plano en una relación de vencedores y vencidos, que implica desgaste y a la final, pérdida. En la pelea nuestro poder de sanación se disipa. Si nos resignamos, de hecho estamos entregando nuestro poder; si nos mantenemos indiferentes, no estamos usando ese poder. Por el contrario, si decidimos revisar qué podemos aprender a partir de la enfermedad, estaremos utilizando nuestro poder para trascender la situación límite que la carencia de salud nos plantea.

Asimismo, podemos recuperar nuestro poder sanando nuestras emociones. Cuando comprendemos que somos diferentes de ellas, que están de visita, podemos reconocerlas, dialogar con ellas y atravesarlas. Nos hacemos poderosos cuando atravesamos el miedo y lo superamos; cuando atravesamos la rabia y la soltamos; cuando atravesamos la impotencia y nos damos el permiso de sentir, pensar y actuar desde el amor. Recuperamos nuestro poder cuando nos reconocemos abundantes, cuando asumimos el derecho que tenemos a dejar de mendigar amor, amistad, comprensión o dinero. Recuperamos nuestro poder cuando reconocemos que el lugar que tenemos es de poder y que no necesitamos disputarlo con nadie. 

Cuando somos conscientes de nuestro propio poder nos sentimos completos. Lo que celebra la cristiandad por estos días es el nacimiento de un niño completo, en amor, tanto que llegó a hacer milagros, pues logró conectarse plenamente con su propio poder, concedido por la Divinidad. Es tiempo de conectarnos interiormente, de agradecer a la Divinidad por el poder que nos ha entregado, y para utilizarlo amorosamente, con nosotros y los otros, desde el amor. ¡Que esta sea nuestra propia Navidad. Felicidades!

@edoxvargas