Importancia relativa
Ya sabemos, desde hace rato, que todo es relativo; ahora nos corresponde aplicarlo. Estamos lentamente aprendiendo a relativizar, lo cual es apenas natural pues los descubrimientos científicos toman tiempo en llegar a la cotidianidad. En esa ruta de apropiación de la ciencia cometemos errores y nos resistimos a salir de nuestras zonas de confort, pero paulatinamente vamos dando la vuelta, para dejar de darle tanta importancia a cosas que en realidad no la tienen.
Vamos aprendiendo que el pasado no es tan importante. Si bien somos el resultado de nuestras historias personales, familiares y sociales, no resulta justo con nosotros mismos seguir anclados en el ayer, con amarres que por lo general son dolorosos y que probablemente ya causan sufrimiento. La muerte de un ser querido, sucedida hace años, es un hecho que no podemos cambiar; lo que sí podemos -por salud mental, emocional y física- es relativizar la importancia de esa ausencia aquí y ahora. Lo mismo ocurre con los pasados gloriosos, que nos pueden seguir atando a ver la realidad de maneras que no son prácticas, pertinentes.
Claro que fue importante la muerte de esa persona cercana o el perder una fortuna. En su momento nos pudieron afectar muchísimo, pues fueron eventos ante los que sentimos desconcierto, rabia, dolor, impotencia o desesperanza, o todo eso junto. Pero ya pasó y no lo podemos cambiar. Es aquí donde la relatividad de la existencia nos puede ser de inmensa ayuda: si nos empeñamos en seguir dando a un hecho la misma importancia que tuvo hace 30 años, 20 o diez, será más difícil dejar de sufrir y disfrutar el aquí y el ahora. Esa es la diferencia entre sobrevivir y vivir. Infortunadamente muchas personas prefieren ser sobrevivientes.
Relativizar es poder reconocer que eso tan importante en un momento de nuestra vida ya no necesita serlo. No quiere decir no honrar a nuestros muertos, pero sí dejarles ir en paz, soltarles y soltarnos; muchas veces seguimos aferrados a ellos, con lo cual ellos no regresan ni nosotros avanzamos. Tampoco quiere decir que no recordemos los días de esplendor antes de la bancarrota, lo que podemos hacer con gratitud más que con nostalgia; pero si nos quedamos en el lamento no podremos actuar para volver a generarnos estados de bienestar.
Relativizar es aprender de lo vivido, tomar lo que nos sirva para seguir creciendo y soltar. Alguien podría decirme: ¡ah, pero es que usted no ha vivido lo que yo! A lo que yo respondería con un sincero ¡tiene usted razón! Independientemente de nuestros juicios sobre la historia, la podemos relativizar, aprender de ella y soltarla. Ya nos daremos cuenta de que en el presente también todo es relativo.
@edoxvargas