Lo que ya tenemos
En momentosde desesperanza, particularmente, los seres humanos solemos clamar ayuda divina, para que podamos salir de los atolladeros de la escasez económica, la enfermedad o el desamor. También pedimos apoyo divino para afrontar las dificultades, fuerza para superar los obstáculos y discernimiento para ver claramente el camino posible para recuperar la armonía.
Creo que le pedimos todo esto a Dios, la Divinidad o el Universo, porque tenemos un problema de memoria: se nos olvidó que lo Supremo, como quiera que le llamemos o le concibamos, ya nos dio todo eso que pedimos. No recordamos aquello de lo que estamos hechos, amor, y por ende no confiamos en los recursos que tenemos en la vida ni en nuestra capacidad para ponerlos en acción. La falta de memoria también nos puede conducir a la desesperanza y a hacernos preguntas que antes que movernos, nos paralizan. ¿Por qué me está pasando esto? ¿Qué hice yo para merecer esta suerte? ¿Cuánto más tendré que esperar?
Esas preguntas, hechas desde la auto-victimización, nos impiden recordar que somos co-creadores de nuestra vida y por ende responsables de cuanto nos ocurre. Creo que cada ser humano tiene dentro de sí el potencial para su propio desarrollo. Nacemos con él, e incluso lo podemos realizar en medio de las condiciones más adversas, de lo cual estamos llenos de ejemplos. Los seres humanos creamos nuestras circunstancias, las podemos modificar o podemos permitir que ellas sean como otros quieren que sean o como los entornos determinen. Ya tenemos adentro el amor, la salud y la abundancia. No tenemos que pedir que nos los den, pues ya hacen parte de nuestra vida. También poseemos la fuerza, la capacidad para ver con claridad las cosas y podemos ser para nosotros mismos apoyo constante.
Si esperamos que todo eso llegue desde afuera para trabajar por la armonía, perderemos mucha vida en la espera. Los de afuera nos pueden acompañar en el camino, tender una mano, brindar apoyo, pero somos nosotros mismos los responsables de asumir nuestra existencia. Esa es la cruz, que antes que el instrumento de ejecución de los romanos, es un signo precristiano de la vida que tenemos por vivir. La cruz era la sombra de una persona abierta hacia el sol en actitud de veneración a lo trascendente.
Que cada quien tome su cruz no es una invitación al sufrimiento ni al martirio. Por el contrario, es a reconocer la fuerza de la vida, que se expresa en cada instante; a conectar con el amor siempre presente; a hacer realidad la abundancia en cada entrega y recibimiento. Le invito a que hoy tome su cruz y honre su vida, activando lo que ya tiene adentro.
@edoxvargas