Eduardo Vargas M. PhD | El Nuevo Siglo
Martes, 21 de Junio de 2016

ESENCIA

Impermanentes

 

UNA  cosa es que cada ser humano sea único e irrepetible y otra muy diferente que seamos irremplazables. Pero resulta que los seres humanos construimos ídolos, figuras que platónica o directamente se constituyen en modelos a seguir, en inspiración, pero que los vemos inalcanzables...  en realidad lo que muchas personas ven inalcanzable es su propio potencial, pues el ídolo es solo un espejo en el cual reflejarse.  La clave es reconocerlo.   Por supuesto que hay personas inspiradoras, que con su trayectoria y esfuerzo son ejemplo de templanza y valor en los más variados ámbitos de la existencia. Serán aún más inspiradores cuando los des-idolatremos, cuando seamos capaces de reconocer sus virtudes en nosotros mismos, sus triunfos como posibles en nuestras vidas, sus sombras como correlato de las nuestras, pues todos somos humanos.  Creo que de eso se trata la existencia. Bien dice el antiguo proverbio zen que si en tu camino te encuentras con Buda, mátalo. Aunque para mi gusto esto resulta bastante violento, su significado tiene toda la pertinencia: descubre tu maestro interior, aventúrate en tu propio poder, ocupa tu lugar. Eres una persona única, pero no irremplazable. No hay mejor maestro para sí mismo que sí mismo. Para que este trabalenguas sea verdadero es preciso pulir cada día ese “sí mismo”.

 

A los maestros con quienes nos vamos encontrando en el camino es preciso honrarlos, lo que equivale en lenguaje llano a darles su lugar.  Los maestros saben más que nosotros porque llegaron antes y adquirieron experticia en temáticas específicas o porque con su sensibilidad y habilidades innatas nos comparten sus saberes, sentires y actuares. Hay también maestros cuyo campo de sabiduría es la vida misma y somos muy afortunados si nos topamos con uno de ellos. De ellas.  Esos maestros caminan sus sendas con subidas y bajadas, que también tienen. Somos nosotros al idolatrarles quienes los convertimos en súper humanos. Pero el futbolista famoso, la cantante destacada, el líder espiritual, el gurú de las finanzas y la banca multilateral, todos ellos, digo, arrastran sus zonas grises. Como todos. Ellos a su vez han tenido maestros y siguen aprendiendo. Mientras estemos vivos somos aprendientes, no somos producto terminado.

 

Resulta que en medio de toda experiencia emerge el ego. Es él quien nos pide todo el tiempo una figura a quien seguir, desde la duda, o quien nos exige ser esa figura que todos siguen, desde el hambre de poder. O el que de plano no sigue a nadie, no por suficiencia sino por vanidad; o se siente incapaz de aprender de otros, por desconocimiento propio. Si el aprendiente es sensato, en algún momento de su historia soltará a su maestro, desde la gratitud y la confianza. Si el maestro es sensato le permitirá al aprendiente, cuando corresponda, iniciar su propio vuelo, aunque se caiga. Se alegrará con el batir de sus alas y se llenará de gozo al constatar el crecimiento de su pupilo. Y vendrán más aprendientes y más maestros, con otros compañeros de existencia. Remplazaremos y seremos remplazados, pues desde nuestra unicidad somos impermanentes.
@edoxvargas