ESENCIA
Dolor sobre dolor
“Tenemos que soltar cargas que no nos sirven”
EL dolor hace parte de la vida: estuvo presente al nacer, pues no fue sencillo atravesar el canal uterino y estrenar pulmones no fue precisamente la sensación más agradable. Aunque no tengamos ese recuerdo consciente, ese sentimiento de congoja o ese malestar físico serán recurrentes en nuestro recorrido existencial. Ese dolor lo fuimos aliviando, si las condiciones fueron las más deseables, con los cuidados de mamá, papá y los cuidadores que tuvimos cerca. Nos contuvieron, nos aliviaron y aprendimos que ante la pena también existe el consuelo; que cada vez que nos caíamos y nuestras rodillas se raspaban podíamos confiar en que alguien nos asistiría y podríamos llorar e ir dejando el llanto para que se fundiera con una sonrisa. Sin embargo, también hubo otros dolores, principalmente emocionales, en los cuales probablemente no tuvimos la asistencia oportuna: el abandono de uno de los padres, el matoneo en el colegio, la muerte de un ser querido, un cambio de ciudad…
Son esos dolores no elaborados -posiblemente porque en su momento no fueron reconocidos como tales- los que terminan siendo el sustrato sobre el cual construimos las relaciones en la vida adulta. Sobreviven en lo oculto los niños heridos que fuimos: siguen en la sombra los miedos, los vacíos emocionales, las iras contenidas. Pero como nada queda oculto para siempre y la existencia es cíclica, en algún punto de la historia terminan brotando esas frustraciones, esas rabias, esos miedos. ¿Cuándo? Cuando aparece otra persona, también con sus dolores y sus cargas, y nos oprime las teclas que habían estado en pausa y que se activan ante un hecho amenazante: un engaño, un intento de abandono, un maltrato verbal o físico. La cadena puede seguir, imparable en el tobogán de la inconsciencia, o la podemos reconocer y empezar a detener.
Ver lo que ha causado dolor no es fácil, pero sí puede ser sencillo; y sencillo no es simple. Me explico: lo sencillo es algo depurado, que se ha venido decantando con amor, trabajo y paciencia, para honrar su esencia: queda solo lo que corresponde. Se requiere trabajo emocional consciente para reconocer las heridas del pasado y sanarlas en tiempo presente, depurándolas en amor, sin lucha. A medida que hacemos ese ejercicio de reconocimiento podemos soltar cargas que no nos sirven y deshacernos de rabias, miedos y dolores cuando identificamos qué podemos aprender de ellos ahora. De un abandono podemos aprender a confiar en nosotros mismos; de una muerte, aprovechar el tiempo presente; de un abuso, no abusar y cuidarnos... Si aprendemos con nuestras sombras, podremos dejar de construir relaciones en las que se perpetúa el dolor. Relacionarnos desde el amor y esculpirnos para honrar nuestra esencia es posible.
@edoxvargas