¿Guardametas?
Hemos visto grandes arqueros en la Copa Mundial de Fútbol que termina hoy. Nos quedarán en la memoria las magníficas atajadas de Ochoa de México, Romero de Argentina, Navas de Costa Rica y, por supuesto, las de nuestros queridos Ospina y Mondragón de Colombia. El trabajo de ser arquero es sin duda muy exigente y requiere no sólo destreza física, sino plena concentración, pues es indispensable atrapar todo balón que desde la óptica del guardameta tenga la posibilidad de colarse al arco, así la trayectoria de la pelota termine desviada. La misión del arquero es, en palabras sencillas, tapar todas las que les manden. Sin saberlo, muchas veces también jugamos de arqueros, aunque no tengamos que hacerlo.
En el juego de la vida son muchas las cosas que nos enviamos los unos a los otros. De estar siempre y todos conectados –sabiendo que desde la psicología del Gestalt el siempre y el todos no aplican, como tampoco el nunca y el nadie– lo que nos mandaríamos sería amor incondicional, buenas vibras, deseos de paz y sentipensamientos de armonía, pero nos faltan unos cuantos millones de vueltas al sol para conseguirlo. Mientras tanto, en el aquí y en el ahora no sólo nos enviamos lo amoroso: también hay en este juego balones de resentimiento, envidia, desprecio, rabia, lo que también en palabras llanas llamamos mala leche. Sí, de esa hay bastante y aunque la mayoría de los seres humanos no nos desempeñemos como arqueros de fútbol parece ser que el oficio es muy atractivo.
¿Por qué nos empeñamos en hacer nuestro el resentimiento ajeno? ¿Por qué dejamos que resuene en nosotros la no amorosa intención ajena? ¿Por qué conformarnos con el tristemente célebre “envidia es mejor despertarla que sentirla”? Es hora -bueno desde hace rato, pero a cada quien le llega su momento cuando corresponde- de dejar pasar de lado todo aquello que no nos haga bien, de dejar de engancharnos con acciones y palabras que en vez de construir, destruyan. Sin embargo, la zona de confort del enganche es tan fuerte que nos cuesta trabajo reconocer que hay un montón de energías negativas en el mundo con las que sería sano no vibrar.
Lo que no sea útil, dejémoslo pasar. Que la envidia siga de largo y no alegrarnos por despertarla, pues al hacernos correspondientes con esa frecuencia bajamos la nuestra. Podemos hacernos conscientes y elegir las frecuencias vitales en las que queremos oscilar. Esto, nada más que física cuántica aplicada a la cotidianidad, nos permitirá depurarnos de todo aquello que no es amor y que no necesitamos, para enfocarnos en construir un entorno más sano y armónico. No hay que estirarse para atrapar lo que no sirve.
@edoxvargas