López y el DIH… (I)
En el artículo 9º de la Ley 1599 de 2012, de honores a la memoria del expresidente Alfonso López Michelsen, se crea un programa de becas que llevará su nombre, en el campo del Derecho Internacional Humanitario. Merecido reconocimiento que se le hace al ilustre colombiano con ocasión de la celebración de los cien años de haber nacido, pues la aplicación del DIH en nuestro conflicto interno, fue uno de los grandes temas que trató en su columna dominical de El Tiempo, en la última etapa de su vida de insigne pensador.
Asunto tan trascendental -esbozado por él por primera vez en una conferencia que dictara en Cartagena en 1986-, fue retomado por mí el año siguiente y, bajo esa inspiración, presenté un documento-propuesta a la Convención de mi partido que se reunió en la misma ciudad, con el título: Humanicemos la guerra, mientras llega la paz .
Pese a que los escritos del expresidente y de quienes adoptamos ese criterio, podrían servir de material para un libro de muchas páginas, habrá que deplorar, sin embargo, que el gran mensaje ético de su contenido, no haya tenido desarrollo adecuado, pues ni Gobierno ni guerrilla han considerado indispensable, como premisa imperativa de los procesos de paz aplicar las normas del DIH, mientras se combate.
La guerrilla presentó siempre como pretexto -salvo en La Habana- que como no era parte de los Acuerdos de Ginebra, sus reglas no la obligaban, y el Gobierno -dícese que por presión de los militares-, nunca ha considerarlo prioritario hacerlo, hasta el punto de que en la agenda de El Caguán apareció el DIH como asunto para discutir en un 9º lugar, e ignorado en las siguientes agendas de los procesos de paz. Podría decirse que esa omisión ha servido de patente de corso para que se hayan dado las desapariciones forzadas y los “falsos positivos”, atribuidos a los agentes estatales; y la siembra de minas antipersonales, el reclutamiento de menores, la toma de rehenes y los ataques a la población civil ajena al conflicto, atribuidos a los alzados en armas, amén de otras barbaridades.
Apuntamos, en el párrafo anterior: “salvo en La Habana“, porque, para nuestro asombro, el vocero negociador de las Farc propuso el acuerdo humanitario para aplicar dentro del conflicto que seguiría sin treguas; con lo cual, aquella terca posición de rechazo de los guerrilleros -por no sentirse vinculados a los Convenios de Ginebra-, había sido remplazada por el reconocimiento, por fin, de sus reglas.
Nunca podía imaginarse uno, sin embargo, que el presidente de la delegación colombiana declarara (¡vaya uno a saber por qué!), que no le llamaba la atención la propuesta, porque, para el vocero del Gobierno, lo importante “no era humanizar la guerra sino terminarla”, frase que debió estremecer en su tumba a los paladines del Derecho Internacional Humanitario, entre éstos, a nuestro ilustre expresidente, quien abrazó hasta su muerte la idea de humanizar nuestro conflicto mientras llegaba la paz.