TOMANDO NOTA
Suena a hipocresía
LA conclusión dolorosa es la de que en las negociaciones de paz de La Habana se ha despreciado el cumplimiento del Derecho internacional Humanitario. En dos años de conversaciones, no se han tenido en cuenta sus normas. Más aún: la violación del DIH ha sido implícitamente permitida por los negociadores del Gobierno y de las Farc, y, si ello ha sido así, suenan a hipocresía las posiciones mediáticas que adoptan, unos para condenar los hechos atroces de guerra que se cometen en nuestro conflicto - como el reciente del Cauca-, y otros para justificarlos.
Las reglas que deben cumplir durante la confrontación armada, tanto los combatientes legítimos como los subversivos, están escritas en los convenios de Ginebra y en el Tratado de Roma, y tienen carácter imperativo. Es decir, su cumplimiento no puede soslayarse bajo el pretexto de no haberse pactado de manera expresa en la mesa de negociaciones.
Al parecer, aquella frase del presidente de la delegación colombiana, doctor Humberto de la Calle, en el sentido de que era más importante acabar con la guerra que humanizarla, se habría constituido, en fin de cuentas, en grosera patente de corso para permitir toda clase de violaciones al DIH, como la que acaba de ocurrir con el asesinato de once miembros de nuestras Fuerzas Militares, en estado de indefensión, por una columna de la fuerza subversiva con representación en La Habana.
Dentro de ese marco de negociaciones, “que permite todo”, crecen la desconfianza y la frustración.
Habrá que decir que muchos colombianos, unos con la alta investidura de expresidentes de la República, otros, desde la llanura, advirtieron que no se debía repetir el grave error cometido en los anteriores procesos de paz que colocaron a un lado el DIH, para negociar, en cambio, dentro de una guerra sin Dios y sin Ley. Pues el fracaso de ese modelo de negociación no ha podido tener peores consecuencias, y lo decimos, con el grado de autoridad que podemos tener por haber propuesto, en la Convención Nacional del Liberalismo de 1987, celebrada en Cartagena, humanizar la guerra mientras llegara la paz.
Quienes asumimos la posición de humanizar el conflicto, nos declaramos perdedores. Porque se impusieron aquellos que dijeron que se debía negociar aun dentro de la guerra sucia. Con todo, los negociadores de La Habana, lejos de dar explicaciones absurdas sobre los crímenes de guerra cometidos en el curso de nuestro conflicto, deben pedir perdón y revisar un proceso de paz desprestigiado ante propios y extraños.
Pensamos, en efecto, que si no se cambia el modelo pactado, no habrá recurso distinto que el del cese bilateral al fuego y a las hostilidades; exigencia que se haría desde la base de un gran movimiento social -y como imposición soberana-, a través de una consulta nacional popular que impulsaría nuestro Presidente. Para abrirle un camino real a la paz. ¿Alguien lo duda?