¿Sigue la guerra sucia?
Comentaristas de nuestro conflicto, vaticinan que nos espera “una Navidad sangrienta “. Y eso puede suceder porque en los acuerdos para iniciar el proceso de paz no se proscribieron hechos de guerra que están prohibidos por los convenios que ha suscrito Colombia y cuyo acatamiento obliga no solamente al Estado sino también a la subversión: concretamente al grupo guerrillero que está sentado a la mesa de las negociaciones.
La omisión fue grave y la advertimos en esta columna y también en mensaje que le enviamos al propio presidente Santos. Si no se pactó el cese de hostilidades o el cese el fuego, el conflicto, sin embargo, no podía continuar dentro de los parámetros de una guerra sucia, la cual tiene su expresión cuando no se respetan con rigor las reglas del derecho internacional humanitario en la confrontación armada. Y a fe que las Farc, aun dentro del período de negociaciones, han seguido cometiendo hechos prohibidos de guerra, según publicaciones de prensa y comunicaciones del Ministerio de Defensa; comportamiento que ya está provocando la indignación nacional.
En nuestra carta pública a “Timochenko“, dada a conocer en esta columna, emplazamos al comandante guerrillero a que no esperara el fracaso de las negociaciones de paz -como lo estaba pensando-, para firmar un pacto de “humanización del conflicto“, sino que desde ya quedaran proscritas prácticas de guerra prohibidas desde los viejos convenios de La Haya, del siglo XIX, hasta los de Ginebra, de mediados del siglo XX. Pero también emplazamos al doctor Humberto de la Calle, plenipotenciario del Gobierno, para que este 15 de noviembre en La Habana, proponga, con carácter de exigencia, que se firme ese acuerdo mínimo previo para darle justificación ética a los diálogos, porque de seguir parlando, con masacres de por medio, la situación llegaría a ser intolerable.
Ni De la Calle ni “Timochenko” han hecho pronunciamiento alguno. “Vaya uno a saber por qué“, diría hoy el expresidente Alfonso Michelsen, ante asuntos que le causaban perplejidad.
En el entretanto, el Ministro de Defensa bombardea la opinión pública (en mi computador entran alrededor de 15 “misiles” por día), con lamentos desgarradores por hechos cometidos por los “terroristas desalmados de las Farc”, como él las viene calificando en sus comunicados. Ministro: se lo decimos con todo respeto: más allá de sus expresiones de rechazo y de sus quejumbres, debe usted Intervenir, con la autorización del presidente Santos, para que en La Habana se plantee a las Farc que respeten las reglas del DIH; porque ya son parte política del conflicto y están obligados a asumir un comportamiento consecuente con la nueva condición que ostentan.
En verdad, si no se paran las negociaciones, mientras no se pacte ese acuerdo, apaga y vámonos…
Hacemos este planteamiento como amigos de la solución política del conflicto; interesados en que las negociaciones de paz no fracasen.
P.D. Duele que mi partido liberal, no haya asumido el tema como asunto prioritario de su agenda política. Falta que hace. Pero desde esta columna seguiremos repicando las campanas. ¡La causa vale la pena!