Ambiente para grandes reformas
Se inicia una etapa de gobierno con un horizonte despejado en sus relaciones con otros poderes públicos. En el Congreso Nacional, cuenta con el respaldo de unas mayorías sólidas y, con los operadores de la administración de justicia, no existe ninguna prevención o ánimo pendenciero, como fue patente en las relaciones entre las altas cortes y gobiernos anteriores. Y dentro de ese clima de armonía es de esperar que se puedan adelantar y aprobar iniciativas que no dan espera: la reforma a la justicia y la reforma política, las cuales serán resultado de un debate amplio entre los voceros de los partidos de gobierno y de oposición, estos últimos con mayor significación participativa que en épocas anteriores.
Nosotros habríamos preferido que esas grandes reformas se hubieran tramitado en una nueva Constituyente, pero debemos reconocer que dada la composición del Congreso y siempre y cuando se toman las previsiones de que hablara el presidente del Senado, doctor José David Name, en su amplia entrevista con El Nuevo Siglo, entre ellas la de no tramitarse conjuntamente dichas reformas como integrantes de un solo proyecto de Acto Legislativo reformatorio de la Constitución, como algunos han propuesto, sino en forma separada, pues por esta vía se podrían obtener mayores consensos y garantías dentro del proceso de su discusión.
Nuestro optimismo, en buena parte obedece a que la representación principal del gobierno en esas trascendentales decisiones, correrá a cargo del ministro de la política, doctor Juan Fernando Cristo, hombre de temperamento sereno y bien ganado prestigio en el Congreso a través de una carrera parlamentaria brillante, autor por cierto de una de las leyes más importantes de la última década, como fue la Ley de Víctimas, un instrumento indispensable para darle viabilidad al proceso de paz que se tramita en la Mesa de negociaciones de La Habana.
E indispensable será también ese ambiente de armonía, para darle desarrollo legal al Marco Jurídico para la Paz, que ya recibió el aval de la Corte Constitucional en decisión que acaba de conocer el país.
Por supuesto, no todo será “pan comido”, como advierte la sabiduría popular, pues hay temas que son, en sí mismos, de naturaleza polémica, relacionados todos con los métodos o procedimientos que se adopten para que tanto la reforma de la justicia como la política, tengan especial significación en la lucha contra la corrupción, ese cáncer que ha hecho metástasis en todo el cuerpo de la Nación y que es necesario erradicar, si queremos poner a salvo a nuestra sociedad de sus efectos letales.
¿Cómo garantizar que haya una justicia administrada por jueces respetables? ¿Cómo obtener que los sistemas electorales sean transparentes, que no sea tenido el voto como mercancía que se compra y vende al mejor postor, en cada jornada eleccionaria? Temas cruciales, ciertamente, porque una democracia, contaminada por la corrupción, está llamada a desaparecer.