El gran lunar del proceso de paz
Mi partido liberal, por conducto de su director Simón Gaviria, apoya sin reparos el proceso de paz que se adelanta en La Habana entre plenipotenciarios del Gobierno y de las Farc. A su vez, el jefe de debate de la campaña del Presidente-candidato, expresidente Gaviria-, apoya, también sin reparos-, el mismo proceso.
La prensa afecta al Gobierno les ha hecho eco, con editoriales de alabanza, pero a la vez, ha dado a conocer hechos atroces que se han cometido en nuestra guerra. Más de 150 intelectuales, se sumaron al coro. Les ha parecido que el proceso de paz anda bien, así durante su desarrollo no se hayan tenido en cuenta las normas imperativas del DIH. Acaso, porque para los artistas, poetas, novelistas, sociólogos, que suscribieron el manifiesto, la paz nada tiene que ver con el respeto a esas reglas humanitarias que quedaron consagradas en los convenios de Ginebra y en el Tratado de Roma, y lo peor, piensan que quienes están negociando la paz en La Habana pero permitiendo simultáneamente que se cometan actos prohibidos de guerra, están actuando correctamente.
El secuestro, la siembra de minas antipersonales, el reclutamiento de niños para la guerra, los ataques a la población civil ajena al conflicto, han hecho parte del orden del día de una guerra sucia, y por ello, resulta un deber insoslayable introducir ajustes o enmiendas a un proceso de paz que ha permitido semejantes barbaridades. Eso ha propuesto la alianza Zuluaga-Ramírez.
Al parecer, en la Mesa de Negociaciones de La Habana no se habla del tema. Cuando desde afuera planteamos humanizar la guerra mientras llega la paz, nadie menos que el presidente de la delegación colombiana replicó diciendo que lo importante era ganar la guerra y no humanizarla , vale decir: según el plenipotenciario del Gobierno, los combatientes podían seguir matando civiles ajenos al conflicto y policías a mansalva, tirar bombas a poblaciones y cometer falsos positivos, hasta cuando se firme la paz.
El Comité de la Cruz Roja Internacional ha advertido, sin embargo, que las respectivas fuerzas armadas en un conflicto, “no tienen derechos ilimitados por lo que respecta a elección de los métodos y medios de guerra”. Llama a la perplejidad, entonces, que en el proceso de La Habana, no se hubiera acatado ese principio. Y que nuestro Gobierno hubiera sido laxo al no exigir que las negociaciones se adelantaran bajo la égida del Derecho Internacional Humanitario.
Porque, sin esa exigencia, se corre el riesgo, señor expresidente Gaviria, de que el actual proceso de paz no llegue a ningún Pereira…
Corolario. ¡Faltaba más que traicionara mis convicciones! Prefiero ser coherente con la filosofía que inspira el derecho humanitario y que en mi opinión el Director de mi Partido no ha interpretado bien, al apoyar un proceso de paz que no lo ha incorporado en su agenda.