G.G.M.
Cuando nos leyó su primer cuento, La tercera Resignación, a los exalumnos del Liceo Nacional de Zipaquirá que habíamos formado un grupo literario en la casa-pensión de Ilba Ramírez , en la calle 15 No. 10-96 de Bogotá, le dije a Gabito, con el entusiasmo del amigo que ya lo admiraba intelectualmente, que siguiera escribiendo cuentos porque hasta ese momento sólo había escrito poemitas de Piedra Y Cielo en el Liceo Nacional, y, para convencerlo, se lo expresé con las siguientes palabras: “Es que Gabito tu imaginación ya no cabe en un verso”, frase premonitoria, porque fue ese atributo el que le sirvió, finalmente, para convertirse en uno de los más grandes escritores que ha tenido el mundo en todos los tiempos .
Volviendo al cuento que nos había leído, fui el encargado de llevarlo a El Espectador, en sobre cerrado, con destino a Eduardo Zalamea Borda, director entonces de Lecturas Dominicales del mencionado diario capitalino. (Yo le había dicho a Gabito que para que se publicara el cuento no necesitaba padrinos de prosapia). “Verás que Zalamea te lo publica”, le dije, hecho que ciertamente ocurrió un mes después, acontecimiento que celebramos con abundante aguardiente de palito, en la tienda de la esquina de la pensión, con los amigos del grupo literario.
He querido, con estas referencias, demostrar, de alguna manera, que la época de Zipaquirá y de Bogotá de los años 40 del siglo pasado, fue la de su alumbramiento literario. Ciertamente, fue en ese período en el cual escribió sus mejores cuentos y leyó los libros que más influyeron en su estilo y en su concepción literaria: los de Kafka, de Joyce y de Faulkner; libros que no existían en la biblioteca del Liceo, pero que se los había suministrado -como hizo con el resto de sus amigos que vivíamos en la pensión de Ilba Ramirez-, el estudiante de medicina, Manuel Domingo Vega, (el doctor Vega, como le decíamos), oriundo de Sucre (Sucre) y muy amigo de los padres de Gabito que vivían entonces en aquella población.
Téngase entonces por verdadero que el proveedor de libros de Gabito, en la época de sus iniciales lecturas de grandes autores, fue el nombrado doctor Vega, quien, por ese hecho, debió merecer mención especial por parte de los biógrafos de nuestro Nobel; omisión que acaso se deba a olvidos de G.G.M.; olvidos inexplicables, sin embargo, para algunos de sus amigos, que, como Rito Antonio Galvis y Carlos Alemán -noventones que ya somos-, podemos rendir testimonio de aquellos tiempos maravillosos…
<ASTERISCOS>***
<BODY TEXT>PD. El ejemplar de La Metamorfosis, de Kafka, de Editorial Losada, en la edición que leyó Gabito, fue exhibido por mí -porque me pertenecía-, en la Biblioteca Nacional, en acto organizado por Jaime García Márquez. Hoy, el mencionado ejemplar hace parte de la biblioteca del gabitólogo vallenato, Gustavo Ramírez.