No hagamos preguntas necias
Sobraría preguntarle al pueblo si quiere la paz. Claro que la quiere, por lo que resultaría innecesario convocarlo sólo para dichos efectos, porque no puede concebirse, ni siquiera hipotéticamente, que nuestro pueblo desea la guerra. En cambio, si el contenido de la papeleta correspondiere a asuntos que, por su naturaleza controversial, deben someterse al arbitraje de las mayorías nacionales -como depositarias de la soberanía nacional-, bien valdría la pena aprovechar la próxima elección presidencial para conocer su decisión, la cual tendría poder vinculante.
En verdad, no debemos hacer preguntas necias.
¿Pero, cuáles serían las preguntas que el pueblo debería responder en las urnas y que tendrían incidencia favorable dentro del proceso de paz que se adelanta en La Habana? Salvo mejor opinión, consideramos que el cuestionario debe proponerlo la propia Mesa de Negociaciones, pues, quienes representan tanto al gobierno como a las Farc, serían los más autorizados para elaborar su texto.
Sin embargo, acaso no resulte impertinente sugerir el temario que debería contener una verdadera papeleta por la paz. El nuestro sería el siguiente:
Pregunta: ¿Debe continuar el proceso de paz en La Habana sin que se pacte un acuerdo de aplicación inmediata, de respeto al Derecho Internacional Humanitario, en cuanto a la exigencia de que los combatientes no cometan actos prohibidos de guerra o de lesa humanidad?
Respuesta: (Si debe continuar) - (No debe continuar)
Pregunta: ¿Es partidario de que se les otorgue a los insurgentes, una vez se firme el acuerdo de paz, el derecho de ser elegidos a cargos de elección popular?
Respuesta: (Sí soy partidario) - (No soy partidario)
Pregunta: ¿Es partidario de que se convoque una asamblea nacional constituyente, para crear un marco de reformas sociales y políticas que permitan crear las condicione de una paz perdurable?
Respuesta: (Si soy partidario) - (No soy partidario)
Ese sería -sin otras pretensiones- un ejemplo de temario que podría someterse al pueblo, para hacerlo partícipe del proceso de paz en forma consciente y, de ninguna manera, a través de procedimientos que no sean serios, como ese de la publicitada papeleta de la paz que carecería de contenidos trascendentes.
Los partidos y movimientos políticos están emplazados a fijar una posición clara sobre la propuesta, pues no pueden contribuir, con su silencio, a que ella se lleve a las urnas sin que se acuerde, previamente, su contenido.
En fin, como lo expresamos en artículo anterior, cuando apelamos a la fábula poética de Luis Carlos López, no bastará trinar como el colibrí parado sobre el anillo de una mapaná: “Viva la paz, viva la paz”, pues, cuando, lo evidente, es que los colombianos estamos parados sobre una realidad social explosiva, la cual no se podría conjurar con trinos inocentes, como los del alegre colibrí.