Nacimiento de un nuevo país…
Cuando hace ya bastantes años se debatí la problemática agraria en el contexto de la realidad latinoamericana, el sociólogo Daniel Lerner habló de las “frustraciones crecentes“, para referirse al fracaso de las aspiraciones y reclamos de los campesinos de la región , víctimas del abandono de los Estados, y del consecuente y deplorable marginamiento de ese sector social en el desarrollo de los países nuestro continente.
En verdad, la expresión utilizada por el prestigioso sociólogo argentino, registra el cuadro dramático de carácter social del sector rural, como producto o secuela del comportamiento de los gobiernos de América Latina a través de los tiempos y en cuyos planes de desarrollo ha privado, para decirlo en términos de diagnóstico general, la visión urbana de las elites dominantes, en detrimento del “país rural”, explotado en sus riquezas naturales y humanas para ponerlo al servicio del capitalismo salvaje, ese que, por el alud de protestas de los indignados del mundo está afrontando una crisis profunda y generalizada; crisis que tendrá que “reventar” más temprano que tarde, en busca de nuevos modelos de desarrollo que tengan -como eje de su nueva estructura-, la equidad y la justicia social,
En estos días, colombianos indignados del sector rural (“los emputados” en la versión criolla) aparecieron en todos los lugares del país para decirle no solamente al Gobierno sino al resto de sus compatriotas- que han sido indiferentes con su suerte, que la copa se ha llenado, y que de la satisfacción justa de sus reclamos dependerá, de ahora en adelante, la estabilidad política del país.
Lejos del talante sumiso de otros tiempos, en verdad, el campesino colombiano acaba de demostrar en sus marchas y actos de resistencia civil, que no será ya la masa maleable de partidos y gobiernos, sino fuerza social con potencial inmenso de protagonismo en la vida de nuestra Nación.
¡Milagro de la informática! Pensamos nosotros, porque secularmente habían sido manipulados a discreción por los dirigentes urbanos de todos los partidos, en cada cosecha electoral.
No será extraño, entonces, en nuestro concepto, que en las próximas elecciones de Congreso y de Presidencia de la República, se manifieste ese nuevo talante de nuestros campesinos, ya desatados de prejuicios o complejos de inferioridad ancestrales y los cuales se habían convertido en lastre para poder obtener la realización de sus anhelos de reivindicación social.
Como liberal, me emocionó que los campesinos se hayan hecho sentir y que la aparición de vándalos en sus manifestaciones no haya opacado la dimensión política y social de sus protestas. No creo que exagere al decir que se ha colocado un nuevo hito que demarca el “país de ayer” con “el país de hoy“.
¿Fin de las frustraciones crecientes?