Los economistas y también los no economistas que posan como ellos se han esforzado por determinar cuáles son los indicativos que pueden señalar, sin lugar a dudas, cómo se mide el crecimiento de la economía de un país. El índice de precios al consumidor, la inflación pasada o futura, las exportaciones e importaciones, la balanza de pagos, el endeudamiento, en fin estos y muchos otros índices que se analizan y calculan con mucha seriedad señalan si una economía va mal o no tan mal o bien. No hay duda que todo ese esfuerzo que se hace es un ejercicio que puede indicar cómo está funcionando una economía. Bien parece, a juzgar por quienes resultan afectados por la cifras o que son protagonistas de hechos que son tenidos en cuenta para estimar cómo va una economía, que los hechos son reales y su influencia en los índices a los cuales somos tan adictos son reales y nos llaman la atención sobre los correctivos o medidas que es necesario implantar para enderezar el camino y en consecuencia admite medidas serias para volver o recobrar el buen camino, mejor dicho el camino del progreso si así puede llamarse.
Pienso que los ciudadanos son un poco más inteligentes y despiertos de lo que se cree y ante las situaciones de que lo que pueden indicar las frías cifras, observan un comportamiento individual que a la larga influye en el colectivo que desgraciadamente no es medible para poder identificar en términos numéricos su influencia sobre la economía en general. El Producto Interno Bruto, el PIB, que parece ser la cifra mágica ha sido estudiada y analizada exhaustivamente por los sabios; es sin lugar a dudas una cifra que llama la atención y que indica o pretende hacerlo cómo va la economía de un país.
Hay que pensar que ante cifras como las que hemos estado sufriendo, la conducta individual del consumidor, a este me refiero en este comentario, trata de acomodar sus consumos en términos de la situación que está viviendo. Los comerciantes acusan una disminución en los consumos de la gente, lo cual no hace sino corroborar las observación de que el esquema de consumos se ve alterado ante situaciones como la que estamos viviendo. En otras palabras la disminución del esquema de consumo del ciudadano es aleccionador e introduce un sistema que no necesariamente es malo pero sí aleccionador. Claro que esta observación es digna del estudio de sociólogos y antropólogos que nos indiquen, cómo influye en la mente humana una situación como la que vivimos. En otras palabras se vuelve al debate entre los economistas sobre qué clase de ciencia es la economía; es un ciencia social o sus manifestaciones se refieren a fenómenos que pueden ser explicadas con ayuda de las matemáticas; éstas son una explicación que nos ayuda a explicar el comportamiento humano. Pero la conducta del ser humano no puede ser explicada según una ecuación, aunque sea compleja.