Pasar del dicho al hecho sobre todo en asuntos de promesas políticas no resulta fácil. Se sabe que el presidente Duque introdujo la economía naranja como una de sus obsesiones, con la proyección de dar peso específico a la industria cultural y creativa, a sus artistas, emprendedores, empresas, a su gestión y fomento, como un renglón de importancia en el sector productivo.
No obstante, tal vez por desconocimiento, más no por falta de aprecio al talento y la diversidad cultural colombiana, entre muchas personas se sentó la duda, al final de la campaña y entrado el gobierno, sobre su impacto real que pudiera ir más allá de ser un atractivo eslogan de campaña con unos votos representativos.
No solo por el reciente lanzamiento del libro “Economía Naranja, una realidad infinita”, de autoría del presidente Duque y Felipe Buitrago (edición CAF, BID, Ministerio de Cultura), sino también por la realización de la Tercera Cumbre de Economía Naranja -o el Gran Foro Mundial de Arte, Cultura Creatividad y Tecnología (GFACCT)- en Medellín y del X Consejo Nacional de Economía Naranja en Mompox, fue interesante entrar a ver el alcance de esta industria como una historia real que ya no da vuelta atrás.
Son muchas las estadísticas que se pueden enumerar en una serie de artículos, pero en principio es hoy, por varios hechos, una industria creativa y cultural consolidada: se tiene claro su ADN regional, reconociendo en las Áreas de Desarrollo Regional su epicentro; permite un gana-gana donde se unen, con sentido de buena gobernanza, agentes locales, gobierno central, inversión privada y pública, en pro de la creatividad y la cultura; es el núcleo de la política del ministerio de cultura y es transversal en el ministerio de trabajo, educación, el SENA, además protegida por los derechos de autor; tiene un apoyo irrestricto hacia la profesionalización del aprendizaje y la cualificación del saber empírico; los incentivos tributarios han sido acogidos con éxito y hay visión exportadora como grandes obras de infraestructura cultural y un naciente renglón de turismo cultural y de patrimonio; todo en provecho de la diversidad cultural de manera que ser empleado, gestor o profesional en estas lides es posible, sostenible y productivo.
El libro resume la realidad de la economía naranja en Colombia por su capacidad de generar cerca de 28 billones de pesos al producto nacional. Al compararlo con el potencial de los departamentos, esto equivale al 3.28% del PIB, es decir que podría llegar a ser el noveno departamento que más aportó en 2019.
En el primer semestre de 2021 las industrias culturales y creativas crecieron un 80.83% y 702 empresas se han beneficiado del instrumento tributario de exención de renta permitiendo fortalecer cerca de seis mil empleos. Son muchos más los indicadores que se pueden mostrar en una segunda versión para entender que la economía naranja no es cuestión de caricatura electoral.
*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI
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