Para quienes residimos en la capital de nuestro país, así como en varias de las municipalidades de Colombia, es muy preocupante que todos los días se sienta la inseguridad en las calles y que, si bien los indicadores buscan tramar con cifras manipuladas en favor de la seguridad, ésta cada vez se deteriora más. Éste es un hecho que se materializa todos los días en atracos, asaltos y hurtos, en la mayoría de casos violentos, no sólo en las calles sino también en los carros y residencias de los bogotanos. Las modalidades ahora son incontables y los objetivos ya varían entre celulares, autos, carteras, joyas, relojes, dinero y enseres dentro de viviendas, entre otros. Pero lo que es aún peor es que los delincuentes cada vez son menos pasivos y acuden más a la agresión para lograr su cometido. Muchas personas han sido asesinadas o heridos en el proceso de esa violencia.
Ahora resulta que los bandidos se aprovechan de los momentos más vulnerables para hacer de las suyas, valiéndose de las horas picos en el transporte público para hacer atracos masivos o incluso en los trancones para huir sin que sus víctimas puedan reaccionar. Cada vez más amenazan por medio de armas de fuego y armas blancas.
Pero resulta que en la mayoría de los casos las estrategias no son las mismas por coincidencia; se repiten porque se trata de las mismas bandas criminales que, aunque generan un patrón más que obvio y evidente, por algún motivo no son capturados y, de serlo, son liberados para que continúen haciendo de las suyas. ¿Dónde está la inteligencia y prevención de la Policía nacional? ¿Por qué ya no se teme a la fuerza pública?
A propósito del nuevo Código de Policía es importante que primero eduquen e inculquen sus principios y valores en debida forma a los agentes a quienes corresponde velar por su cumplimento. De lo contrario, aumentará el abuso de poder y se continuará perdiendo la esencia y razón de ser de dicho organismo. Es que hasta a los medios de comunicación llegan historias de agentes de la policía que, ante grabaciones hechas por ciudadanos de su actitud en el ejercicio de las funciones que le corresponden a su cargo, acuden a la violencia bárbara, infame e ilícita. Abusan de su poder para no verse despojado de él, incluso haciendo uso del arma, cuya finalidad es la protección de los residentes, para amenazar a los mismos.
Lo presencié también yo hace poco cuando, ante la mala decisión de un administrador del parqueadero del Aeropuerto el Dorado, quien resolvió detener el ingreso de vehículos hasta que se liberaran más de 150 cupos, creando un trancón impresionante, una agente de la Policía, en lugar de defender a los ciudadanos y solucionar el problema mostrando a los administradores las terribles consecuencias que estaba generando, decidió amedrentar a los conductores que esperaban fuera, filmándoles y emitiendo comparendos. Definitivamente se va perdiendo la esencia y la finalidad del cuerpo policial. La autoridad está es para velar por el cumplimiento de las normas, para proteger a los ciudadanos y no para solidarizarse con las malas determinaciones de quienes tienen delegado una concesión del Estado y abandonar a los ciudadanos.
Le pedimos a la institución que debe velar por la seguridad de todos y a quienes la integran, que se dedique a ese propósito, que recuerden que es su obligación y responsabilidad, en lugar de hacer tantas declaraciones que se auto-contradicen con los hechos del día a día.
Bienvenido el ex-director de la Policía Nacional a la Vicepresidencia de la Republica, el general (r) y ex-negociador de paz con las Farc, Óscar Naranjo. Estoy seguro que asumirá el liderazgo de las instituciones de seguridad y nos permitirá vivir más tranquilos en las ciudades y en todo el territorio nacional. Porque paz con inseguridad no es paz ciudadana.