Dolor de Patria | El Nuevo Siglo
Sábado, 29 de Abril de 2017

Antes de que llegara la merecida pero muy tardía expulsión de Venezuela de la OEA, su dictador ordena el retiro inmediato de la misma. Orden perentoria y cumplida como todas las de los regímenes tiránicos. Orden, por supuesto, que se acompañó de la receta socialista: dignidad de los pueblos, no injerencia del imperialismo y sus aliados, libre autodeterminación de las naciones.

Las voces de indignación y protesta no dieron espera. Infinidad de jefes de Estado manifestaron el apoyo a la oposición y hasta el mismo secretario general Almagro calificó el gesto como propio de una dictadura. La ausencia de Colombia ha sido protuberante y desconcertante.

Sin embargo, lo que más me llama la atención es cómo la mayoría de voces -salvo las de las Farc, los Elenos, Piedad Córdoba, Ernesto Samper e Iván Cepeda etc.-  aplauden la salida de Venezuela por considerarla un Estado de derecho fallido, antidemocrático y tiránico.

Empero, paradójicamente muchas de esas voces son las que han demandado la autonomía y no intervención frente al régimen castrista en la hermana isla de Cuba. Son quienes durante décadas han sido cómplices de la más pavorosa dictadura del hemisferio y son quienes se han sentido muy a gusto tomándose fotos, aceptando invitaciones de Fidel, pavoneándose en la opulencia del régimen de cara a la pobreza y a la desolación que reina en el último empotramiento del otrora imperio español.

Habermas, Dworkin, Zen, Rowls, Berlin y Paz, entre otros tantos pensadores de la modernidad, han insistido en la necesidad de la coherencia y la sinceridad en el argumento. Sin esos elementos resulta, dicen ellos, imposible construir un debate democrático y menos aún una comunidad política civilizada.

Pero entre nosotros y por estas tierras del Espíritu Santo las cosas son a otro precio. Periodistas, escritores, hombres públicos del arte y de las ciencias, formadores de opinión y hasta empresarios de altos quilates admiran y defienden la dictadura de Castro pero condenan la de su principal y más exitoso discípulo venezolano.

Qué incoherencia, qué desfachatez, que tristeza. Me duele ver esa realidad que nos consume, tan despiadada y cruel que con una mano aplaude el uniforme caribeño y con la otra condena la sudadera tricolor continental.

¿Es que acaso el socialismo es bueno en Cuba cuando prohíbe todas las libertades, fusila a los líderes de oposición, acaba con el sector productivo y la riqueza de sus gentes, destruye una educación competitiva, destroza el aparato de salud y omite la administración de justicia porque el régimen es el que manda y todos los demás obedecen, pero es nocivo en el vecino país quizás porque quienes gobiernan no tienen la icónica pinta de sus maestros cubanos?

*Miembro de la Corporación Pensamiento Siglo XXI.

@rpombocajiao