La fatiga
Transmilenio es un excelente medio de transporte masivo, desde su concepción y modelo de servicio. Pero es cierto que en estos momentos se está fatigando. La ciudad cambió desde hace doce o catorce años que Transmilenio funciona y de alguna manera es superior al viejo y obsoleto sistema de buses y busetas enfrascadas en la guerra del centavo.
Transmilenio comienza a sentir el rigor de la excesiva demanda, se está perdiendo el control y la calidad del transporte y se torna peligroso. Los acosos sexuales, los robos de carteras y celulares, los atracos y peleas que se presentan son consecuencia de la escasa administración y vigilancia que el sistema tiene. Faltan buses y eso ha generado demoras descomunales. Las filas y tumultos son impresionantes, la gente se estruja unos con otros y eso es aprovechado por los pervertidos y abusadores, lo mismo que por los ladrones. Otra falla es la profusión de mendigos y vendedores en los articulados y estaciones, como ocurre en el transporte tradicional.
De continuar así y no dar una pronta solución a la abundancia de demanda y si el sistema integrado no se acelera y la pedagogía no se convierte en algo más directo y eficaz, puede repercutir en los usuarios que ya comenzaron a protestar paralizando en días pasados el servicio. Esto podría pasar a mayores si la alcaldía no le presta la suficiente atención y si la ciudad no apresura la construcción del metro e implementa otros servicios complementarios para el transporte masivo.
Una ciudad del tamaño de Bogotá con un desarrollo casi incontrolable por el crecimiento demográfico y la falta de planificación, y si no se accede rápidamente a la búsqueda de la solución a corto, mediano y largo plazos, puede quedar en el borde de una crisis que podría tomar largos alcances.
La situación ha llegado a un punto que exige actuar. Aún estamos a tiempo y el gobierno distrital y la empresa Transmilenio tienen la obligación ineludible de ofrecer respuesta y soluciones serias, rápidas y acertadas, que las han debido de prever desde hace una década, pero no, puede más la demagogia, la corrupción y la ineficiencia que las auténticas necesidades de una urbe en pleno crecimiento.
*Presidente Canal Teleamiga Internacional