El privilegio de ser preso
Cuando alguna persona comete una falta hacia la sociedad, la ley impone un castigo. En derecho existe la privación de la libertad a aquellas personas acusadas de haber delinquido, bien sea que ya hayan sido condenados o en investigación. En la ley colombiana los jueces determinan si el acusado es un peligro o no para la sociedad y pueden optar por enviarlos a una cárcel o darles la casa por cárcel, según el caso. Pero sucede que el sistema penitenciario en Colombia es demasiado laxo y permisivo, los medios de comunicación se ocupan de los presos como si fueran estrellas, les dan los titulares, diariamente los noticieros y periódicos les sacan noticias y ciertamente no es que sean buenas, pero se vuelven más famosos que cualquier ciudadano de bien y eso finalmente hace que personajes detenidos y con deudas con la justicia cobren demasiada notoriedad y no siempre para castigo.
Aparte de lo anterior en las cárceles aquellos presos que gozan de nombre, estatus, relevancia y dinero, disfrutan de grandes comodidades. Pueden tener celulares, computadores, televisión por cable, visitas en el día y a la hora que deseen, cocineros, camas dobles con cómodos colchones, buena ropa de marca, gimnasios privados y hasta licor, drogas y mujeres o muchachos a su gusto, como ellos prefieran. La economía paralela en una cárcel es inmensa, existen tarifas con los guardianes, otros presos de menor rango se ponen al servicio de los poderosos, sean estos narcos, paras, guerrilleros, estafadores, políticos o contratistas. Los jueces otorgan permisos especiales para que asistan a sus actos sociales fuera de la cárcel, tales como bodas, primeras comuniones, bautizos, cumpleaños, restaurantes y cuanta celebración resulte. De igual manera con citas, chequeos médicos o estéticos a consultorios y clínicas privados y todo con dinero del Estado. Según el Inpec el costo anual asciende a más de cien mil millones de pesos por estos privilegios a los presos.
De verdad que en Colombia ser preso es un privilegio, por eso estamos como estamos, porque es igual ser ciudadano de bien que delincuente. Pero no, perdón, ¡es mejor ser delincuente! Qué ciudadano de bien, pues el delincuente goza de atenciones, publicidad, el Estado le subsana sus necesidades o caprichos, adquiere notoriedad, fama y después manda a escribir un libro y resulta best seller, o le hacen series de televisión como a Escobar, los capos. En cambio millones de colombianos que sufren para conseguir lo del diario los dejan morir en las puertas de los hospitales porque no hay atención ni cama para ellos, y algún ciudadano de bien del común pide un servicio al Estado y se lo niegan o no lo atienden por ser un don nadie. Los caínes. Es una realidad y créanme que no exagero. En fin, por eso estamos al revés en nuestro folclórico país.
*Presidente Canal Teleamiga Internacional