La paz desde las víctimas
El nuncio Ettore Balestrero despejó cualquier duda que pudiera surgir de la maraña de interpretaciones de quienes se precipitaron a buscar qué provecho sacaban de la venida del Papa Francisco. Monseñor Balestrero, diplomático de alta escuela, precisó con absoluta claridad que el Pontífice apoya la paz pero no viene a comprometerse con un proceso determinado. De la misma manera que cuando, en la misa, el sacerdote les dice a los fieles “la paz del Señor sea siempre con vosotros”, no está haciendo proselitismo político para fomentar la polarización en torno del bien preciado de la paz.
Por eso, cuando surjan dudas o se vislumbre el intento de capitalizar la visita, hay que aplicar el prudente consejo del Nuncio y releer la comunicación de la Santa Sede. Es clara y precisa. Está redactada cuidadosamente para decir lo que se quiere decir. Ni más ni menos.
Y como el Papa Francisco nos exhorta a cimentar la paz desde la parte más débil y sufrida, que son las víctimas, cien de ellas sin distingos de edad, sexo, región o estrato social, con cicatrices en el alma y en el cuerpo, causadas por los distintos actores el conflicto, le escribieron al Papa la siguiente carta entregada ayer al Nuncio:
Muy querido Papa y sacerdote Francisco:
Con profunda alegría en nuestro corazón recibimos la noticia de la visita de Su Santidad, anunciada en la carta que nos dirigió a todos los colombianos y especialmente a nosotros, las innumerables víctimas que habitamos en la periferia del dolor. Sus afectuosas expresiones de "afecto, cercanía y solidaridad" hacia nosotros, comprometen nuestra gratitud y nos estimulan a liderar una reconciliación real entre los colombianos, donde nosotros dispongamos nuestros corazones al perdón y los victimarios expresen “arrepentimiento y su decisión de no repetir nuevamente la cadena de violencia”.
Agradecemos profundamente que Su Santidad reconozca nuestro dolor y acogemos su propuesta de una paz cimentada desde las víctimas, "para que se restaure nuestra dignidad, se reconozca nuestro dolor y se repare el daño sufrido". Aceptamos el desafío que nos propone de "convertir a toda la Iglesia colombiana, de la cual formamos parte, en un hospital de campo", donde tengamos cabida todos, víctimas y quiénes "actuaron desde la orilla de la violencia" como victimarios. Con su aliento, tendremos el valor de salir al rescate de nuestras dignidades heridas, tanto la de quiénes hemos padecido los horrores del conflicto armado, como la de quiénes lo han ocasionado, hiriendo en primer lugar su propia dignidad de hijos de Dios, para que desde esos espacios de reflexión, ellos puedan "reconocer las dolorosas consecuencias de sus acciones" y nosotros podamos perdonar con el perdón de Dios. Con Su Santidad a la cabeza, seremos una compañía de orantes por la paz de Colombia.
Oramos por Su Santidad y pedimos a la Santísima Virgen que lo proteja y al Espíritu Santo que lo ilumine, para que continúe tomando la vocería y empoderando a los habitantes de las periferias físicas y espirituales del mundo entero.
En pocos días peregrinará entre nosotros una Reliquia de San Juan Pablo II, recorreremos con ella la periferia del dolor en lo que será la iniciación del primer hospital de campaña itinerante en Colombia.
Con profundos sentimientos de gratitud, lo esperamos con los brazos abiertos y nuestros corazones dispuestos en Dios Nuestro Señor.