Diana Sofía Giraldo | El Nuevo Siglo
Viernes, 20 de Marzo de 2015

LOS PAROS

Protestitis

Se  pensaba que el 2015 sería un año electoral común y corriente, con las consabidas complicaciones propias de la competencia política, pero amenaza convertirse en un período de  agitación extrema. Según  los primeros signos, irá más allá de los límites   dentro de los cuales habíamos aprendido a movernos pues, como muy bien lo anota el diario La República, en su edición de ayer jueves 18 de marzo, se desató una epidemia de “protestitis” que, “se consolida como una enfermedad en crecimiento, a tal punto de contar 16 manifestaciones”.

En la lista hay de todo, desde viejos conocidos como la USO y Fecode, hasta sindicatos que les agregan las protestas de los empleados de hospitales a las ya habituales de los trabajadores de la petrolera estatal y los maestros. Mejor dicho, ningún colombiano se librará de las consecuencias de la multitud de paros.

Si nos atenemos a la enumeración de este bien documentado estudio, en los próximos días, cuando el ciudadano  se despierte, no podrá desayunar café con leche por cuenta de los paros de cafeteros y lecheros, ni servirse  huevos y frutas, porque los camioneros no cargan ni siquiera artículos de primera necesidad. No podrá transportarse en su automóvil  pues los trancones producidos por los vehículos “pacíficamente” estacionados en las vías lo obligarán a apagar el motor y mientras los huelguistas decidan suspender su protesta.

De nada le servirá al infortunado ciudadano solicitar un taxi, porque los taxistas son promotores de otro paro. Y si encuentra en qué llevar  los hijos a la universidad, el paro de los trabajadores de las instituciones de educación superior los devolverá a sus casas, para que acompañen a los hermanitos menores, que tampoco tienen clase pues los maestros están en paro por orden de Fecode.

Si el ciudadano, desesperado, decide presentar quejas, tendrá que esperar, porque los empleados estatales también decretan su propia huelga. Y si todo esto le causa  un patatús,                         deberá ingeniárselas para aplicarse remedios caseros, pues también los trabajadores de hospitales cesarán actividades. Además, nada de pensar en irse para otro  sitio, así sea por un tiempo, porque en el horizonte asoma una huelga de pilotos que mantendrá los aviones en tierra.

Por si lo anterior fuera poco, hay varios anuncios de paro de los indígenas.

Los perjuicios directos de una situación como ésta son incalculables y los indirectos ascienden a cifras astronómicas, que no puede permitirse un país en proceso de desarrollo económico y social. Decenas de millones  de damnificados no entienden  por qué resultan víctimas de unos desbarajustes del sistema, que es incapaz de proteger sus más elementales derechos a  educación, salud, justicia,  y a unos mínimos niveles de seguridad ciudadana, que les permitan salir a la calle, sin temor de que los asalten para robarles su teléfono celular.

No discutamos los motivos que generan estos movimientos. Asumiendo que todos estén plenamente justificados y que los conflictos e injusticias que los motivan sean  reales y exigen pronta solución, la pregunta es obvia: ¿existe alguna      forma de solucionar esos problemas, sin causarle unos perjuicios mayores a la inmensa mayoría de la comunidad. Si no encontramos una respuesta satisfactoria, en breve plazo la  protestitis dejará de ser una molestia incómoda, para convertirse en una de las más funestas epidemias del país. ¿O ya lo es?