INTERÉS COLOMBIANO
En vigilia por Venezuela
“Democracia necesita resultados que no se falseen”
Después de los venezolanos, los colombianos somos los primeros interesados en las elecciones del próximo domingo. Aunque, como están las cosas, sería más preciso decir que somos los más interesados en el resultado de los escrutinios, que no necesariamente será el mismo de las votaciones.
Porque, para efectos prácticos, lo importante para quienes manejan el aparato oficial parcializado no son los sufragios registrados en las máquinas o guardados en cajas selladas, sino los que las autoridades electorales digan que están allí. Y estas son, ante todo, agentes militantes del chavismo. Están ahí por chavistas, para asegurar que sus copartidarios ganen y no para darle un ejemplo de seriedad democrática al resto del mundo.
Podrán actuar sin la presencia de veedores extranjeros imparciales, que observen el desarrollo de los comicios, porque cualquier asomo de objetividad es suficiente para impedir su presencia. Solo se admitieron los amigos probados del socialismo del siglo veintiuno, que están dispuestos a sanear cuanto favorezca al gobierno, porque en el triunfo de Maduro y su gente van envueltos muchos intereses concretos. ¿O se espera, por ejemplo, que los proveedores de armamento certifiquen la derrota de su comprador? ¿O que los beneficiarios de subsidios declaren que quienes se los entregan perdieron estrepitosamente?
Sin graduarnos de lo que el gobierno de Nicolás Maduro llama “injerencistas”, es evidente que tenemos un interés legítimo en los rumbos que tome Venezuela desde la noche del domingo. Después de los repetidos intentos de Hugo Chávez por convertirse en actor decisivo en los diálogos de nuestros Gobiernos con la guerrilla, le abrimos la puerta de par en par a la intervención venezolana en el proceso de paz con las Farc, que se adelanta en La Habana, y les acomodamos puesto protagónico en el escenario. Todavía resuenan las palabras de Santos graduando a Maduro de su “nuevo mejor amigo”, aunque este escalara sus declaraciones de inamistosas a insultantes y agresivas.
A ello se agregan las expulsiones masivas de colombianos y el cierre de fronteras, ejecutado de la peor manera, para que no quedara duda de los verdaderos sentimientos oficiales que, por fortuna, son bien distintos en la abrumadora mayoría del pueblo venezolano. Se suman, asimismo el diferendo sobre el Golfo, las deudas sin pagar, la presión fronteriza, el apoyo a las pretensiones nicaragüenses de apropiarse del Caribe colombiano y los retos que el posconflicto planteará en cuanto a la incorporación guerrillera a la vida civil colombiana y el apoyo venezolano a grupos políticos de nuestro país.
Tenemos, pues, razones más que suficientes para seguir, paso a paso, la campaña electoral que está a punto de culminar, y para deplorar que haya homicidios en medio de las manifestaciones, presos políticos que mejor llamaríamos presos electorales y agresivos anuncios de que cualquier resultado adverso será desconocido por el gobierno de Maduro.
La democracia no se reduce solo a elecciones. Necesita que los resultados no se falseen. De su credibilidad depende la legitimidad de los gobiernos. Pero ¿quién les creerá a los delegados de Daniel Ortega, de Evo Morales y de Putin si llegan a decir que los resultados son correctos?