Diana Sofía Giraldo | El Nuevo Siglo
Viernes, 30 de Octubre de 2015

 

“Hubo estudio sereno de las distintas tesis”

EL SÍNODO

Discernimiento y misericordia

Tres palabras forman el trípode sobre el cual se sustenta la tarea del Sínodo que concluyó sus labores en días pasados: indisolubilidad, discernimiento y misericordia.

Para la inmensa mayoría de los católicos, los sínodos son una especie de instancia que congrega unos jerarcas distantes, para tratar asuntos teológicos, tan especializados que solo los  doctos  en las honduras de la sabiduría religiosa logran comprender de qué se trata. Este sínodo es una notoria y afortunada excepción.

El tema de la familia conmueve el corazón de la cristiandad y de cada uno de sus fieles. Está vivo en las alcobas de centenares de millones de seres humanos y acapara la mayoría del tiempo en los confesonarios.

Los medios enfocaron los reflectores sobre sí habría o no comunión para los divorciados y vueltos a casar. La recomendación de los obispos al Papa invita al discernimiento y a dejar en manos de los pastores y obispos la decisión, caso por caso.

Esta propuesta de permitir que los divorciados vueltos a casar gocen a plenitud su vida de fieles creyentes, incluido el acceso al sacramento de la comunión, dejando cada  caso a discreción del obispo o del confesor, contando con la conciencia y el buen discernimiento, se fundamenta, según el documento, en la exhortación apostólica Familiaris Consortio, escrita en 1981por el Papa Juan Pablo II. “Sabemos los pastores que por amor de la verdad están obligados a discernir bien cada situación. Existe de hecho diferencia entre quienes se han esforzado por salvar el primer matrimonio y han sido abandonados de manera enteramente injusta, de quienes por grave culpa han destruido un matrimonio canónicamente válido. Están también quienes han contraído una segunda unión en vista de la educación de los hijos, y a veces están subjetivamente seguros en su conciencia de que el anterior matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido”.

El discernimiento y el examen de conciencia a profundidad, siguiendo las enseñanzas de la Iglesia y las orientaciones del obispo, son las claves en la toma de estas decisiones, caso por caso.

Quienes presagiaban que habría una batalla campal cuando se tocaran las situaciones complejas de matrimonio y fe, quedaron decepcionados. Hubo estudio sereno de las distintas tesis y un análisis, con ánimo abierto, de la vida en pareja en un mundo que está convirtiendo el laicismo en  franco anticatolicismo.

La indisolubilidad del vínculo matrimonial quedó intacta, Más fuerte a la salida que al ingreso a las sesiones sinodales.

Un sano discernimiento facilitará el acierto en cada caso particular, no aplicado por funcionarios de una iglesia burocratizada, sino por verdaderos pastores  llenos de misericordia, dispuestos a sanar heridas del alma, “que consideran la situación, como lo hizo el buen samaritano, desde la perspectiva de quien sufre y pide ayuda”, como lo planteó el cardenal Kasper en el inicio del sínodo. Así   las personas que tratamos serán prójimos en el sentido que lo definió Jesús y no simples transeúntes.

Por ahora, nos corresponde analizar  con serenidad el documento del Sínodo y esperar la decisión final del Papa Francisco, que seguramente será una exhortación apostólica en el 2016, que les permitirá a millones de católicos practicar de nuevo la plenitud de su vida en la fe.