ACLARAR EL MENSAJE
Desconcierto
¿A quién favorece el clima de confusión que reina en la opinión pública en torno del proceso de paz? Solo a las Farc y a los estrategas que sonríen tras bambalinas, pero no favorece los esfuerzos del Gobierno.
Parece una puesta en escena perfectamente planificada, que incluye el desconcierto y distracción de la población. Unos titiriteros mayores entretienen y provocan, mientras los subestimados espectadores se polarizan, se enfrentan entre sí y se destruyen unos a otros. Todo parece obedecer a un libreto que no incluyó a la mayoría de los colombianos, estigmatizados como enemigos de la paz, salvo para acusarlos y enjuiciarlos, porque en un escenario donde todos son culpables, este grupo armado ilegal diluye fácilmente sus responsabilidades.
La visibilidad universal del proceso, conseguida hasta ahora por vía de la propaganda, tendrá la vigilancia internacional de líderes como el Papa Francisco que, seguramente, velarán porque no se falte a la palabra empeñada. No debió resultar nada cómodo para él decir que "faltan pequeñas cosas" para la paz en Colombia y a los pocos días conocer la declaración de Timochenko afirmando que no se arrepiente de nada.
Ya implica bastante generosidad el acuerdo al que se llegó, sin condena para delitos confesos de lesa humanidad y la manera como el narcotráfico, que tanto ha teñido de sangre la historia de Colombia, termina siendo un delito conexo. Es de esperarse que así como varios narcotraficantes quisieron comprar frentes de los grupos paramilitares, durante el proceso de "justicia y paz", terminen ahora ofertando por los frentes guerrilleros.
¿Cómo describir y comprender lo que está sucediendo? Tal vez con la frase del exmagistrado Juan Carlos Henao, refiriéndose al acuerdo de Justicia transicional: "es un borrador definitivo". Así está Colombia en la incertidumbre y la contradicción de un "borrador definitivo". A la expectativa de un nuevo diseño institucional, acordado en secreto, en Cuba, con derroteros muy claros por parte de la guerrilla y una preocupante improvisación, que dadas las declaraciones confusas de estos días, parece vislumbrarse por parte de los agentes del Estado en la negociación.
Por lo pronto, es urgente aclarar el mensaje que se le está mandando al país sobre la vigencia de un nuevo estilo de justicia, porque es fácil agregarle un calificativo a su sustancia y presentarla con un nuevo ropaje. Lo difícil es explicar cómo empata la nueva con la vieja dama que procede con los ojos vendados y una balanza como símbolo de la igualdad de todos ante la ley. Estamos acostumbrados a verla actuar con una escala que gradúa las penas conforme a la gravedad de los hechos. Si cambia ese principio universal, tendremos que explicárselo a los miles de presos que purgan hoy sus condenas en unas cárceles infernales, cuando reclamen un tratamiento equitativo. Habrá que decirles que en el nuevo estilo de justicia ya no hay penas sino "sanciones" y explicarles que en determinadas circunstancias a mayor gravedad del delito corresponderá una pena menor y en casos extremos ya no habrá ninguna. Es decir, a máxima gravedad menos castigo.
¿Cómo explicarle al país que el ladrón de celulares termina en prisión y quienes cometen delitos atroces van directo al Congreso de la República?
La imprescindible pedagogía de la paz, pasó de ser importante a urgente, muy urgente.