PUNTO DE PARTIDA
Paz con verdad
Pero no me refiero solo a la verdad como punto de llegada, sino como punto de partida. ¿Eso qué quiere decir? Que oportunamente nos cuenten a los colombianos la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad sobre los alcances de lo acordado en La Habana. Es nuestro derecho: verdad y transparencia. Porque el lenguaje empaña la visibilidad.
Se pregona que las “víctimas han estado en el centro del proceso”, pero el significado es uno hacia el exterior y otro al interior del país. En el mundo creen que se refiere a las víctimas de las Farc, pero realmente la base de esta afirmación son las víctimas de Estado y paramilitarismo. La mayoría de las víctimas de las Farc quedaron marginadas de la interlocución con el Gobierno y diluidas entre víctimas de otros actores.
Si Timochenko dice que no siente arrepentimiento frente a sus víctimas, las sigue tratando como efectos colaterales y a los militares y policías secuestrados como prisioneros de guerra, ¿debemos poner en duda sus palabras?
Otro tanto sucede con las palabras paz y reconciliación. A los líderes del mundo les dicen que Colombia está en un proceso de paz y reconciliación, mientras al interior, se desconoce y estigmatiza el pensamiento de amplios sectores de la población.
Los resultados de la propaganda en el exterior, basada en “las víctimas están en el centro” y “Colombia está en un proceso de paz y reconciliación”, desbordaron todas las expectativas. Los líderes del mundo se subieron a este tren de “la victoria”, sin tener en cuenta que no se ha subido la mayoría del pueblo colombiano.
Periódicamente nos sorprenden con la información de hechos cumplidos. Salta a la vista que el resultado es producto de años de trabajo de verdaderos expertos “en la sombra” y que a los colombianos sólo les permiten percibir la superficie. Por eso los “pocos nacionales elegidos” para conocer y participar del acuerdo estigmatizan, polarizan y descalifican abiertamente las opiniones de quienes aún se atreven a expresar diferencias. ¿Esa es la tolerancia que imperará en el futuro? ¿Es el camino hacia la reconciliación?
Mientras tanto, un número cada vez mayor de extranjeros participa en el rediseño del Estado colombiano sin contar con los colombianos. ¿Cuánta soberanía se ha entregado con esta estrategia? Basta mirar nuestros graves problemas fronterizos para intuir la respuesta.
Al darles a las Farc la potestad de ser juez y parte en la construcción de la nueva institucionalidad, se acepta una premisa falsa: “todos somos culpables, luego las Farc no son culpables”.
Y ante a las demandas de amplios sectores de víctimas de las Farc, lo más sano y respetuoso con ellas, sería que el Gobierno, con claridad y verdad, les bajara las expectativas. El jefe máximo de este grupo armado dejó muy en claro que no hay arrepentimiento. No van a reparar con sus dineros, sino con recursos del Estado y, en cuanto a justicia, basta leer su comunicado desautorizando a los delegados del Gobierno en cuanto al alcance del acuerdo.
Así que, por ahora, es mejor remitirse a lo dicho por el señor Aronson, delegado del gobierno de EE.UU. ante la mesa de La Habana: “Este proceso no es para castigar a la guerilla, es para terminar la guerra”.
Dios quiera que se termine la guerra.