Diana Sofía Giraldo | El Nuevo Siglo
Viernes, 4 de Septiembre de 2015

 

“En la zona fronteriza simplemente no existen”

UNA DERROTA

¿Dónde están los amigos?

 

ESTAMOS  rodeados de amigos dispuestos  que vuelan a tomarse fotos en La Habana pero son incapaces de asomarsesiquiera por los alrededores de la frontera con Venezuela. Para ellos solo hay derechos humanos en la mesa de conversaciones en Cuba. En la zona fronteriza simplemente no existen. Menos después de perdida la  votación en la Organización de Estados Americanos.

Por más que la llamen de otra manera, una derrota es una derrota. Y en la OEA nos derrotaron estrepitosamente, no por  la cantidad de votos en contra sino por la  magnitud y calidad del tema. En estos casos no basta tener la razón, hay que escoger el escenario adecuado y el procedimiento correcto. Siempre ha sido y siempre será así.

Suponemos que  la Cancillería viene adelantando, desde hace años, una intensa labor para mantener informados a los gobiernos sobre las relaciones con Venezuela, nuestra posición frente a los problemas artificiales y la respuesta a la exageración de los que en realidad se presentan en el trato bilateral.

¿Qué gestiones se adelantaron, por ejemplo, ante los gobiernos de  las Antillas y el Mar Caribe? Porque, a juzgar por los resultados, se nota una  falta de la más elemental información sobrela inminencia y desarrollo de la crisis presente. Al  escoger la convocatoria de los cancilleres  como el mejor camino, es de elemental prudencia averiguar si se tienen los votos. Sin una seguridad absoluta más vale no empeorar la situación.

Los cálculos no son difíciles. Hasta el más lerdo aspirante a un concejo municipal sabe contar de uno a treinta y cinco. Y sabe también que jamás se puede depender de una mayoría exigua, menos cuando un cambio de lado de cualquier país le garantiza el triunfo a la contraparte. Y menos aún  si existe la opción de abstenerse y quedar en la mitad.

Esta vez, los resultados fueron decepcionantes, pues nuestra Cancillería pensaba que un elocuente discurso sería más que suficiente para  conseguir los votos mayoritarios. Se olvidó la sabia reflexión de los diplomáticos experimentados quienes afirman que un elocuente discurso los puede hacer  cambiar de opinión pero no de voto.

La verdad es que no supimos convencer a la mayoría de la importancia del tema ni de la gravedad de la situación, y tampoco supimos contar bien los votos. Lo que habría podido ser un amplificador internacional del problema, se convirtió en una derrota de proporciones históricas.

Pero no hay que llorar sobre la leche derramada. Asimilemos la lección para evitar que se repitan los mismos errores, antes de lanzarnos de cabeza a Unasur, donde sabemos cómo están alineados sus miembros contra Colombia; o a la ONU, cuyos representantes en nuestro país han tenido una actitud abiertamente parcializada, en  temas relacionados con las víctimas.

Mientras tanto podemos  indagar dónde están nuestros amigos que han recibido trato preferencial, manifiestan su amor por Colombia y asesoran al Gobierno en la vasta operación de relaciones públicas que busca mejorar la imagen en el exterior. No basta que  expresen su admiración por García Márquez pero no les preocupa en lo mínimo el país hundido en los problemas de sus cien años de soledad.

¿Dónde están? ¿O están dispuestos a ayudar únicamente cuando no se necesita?