Diana Sofía Giraldo | El Nuevo Siglo
Viernes, 7 de Agosto de 2015

“Los recuerdos vuelven a primer plano”

LECCIONES

Fat Man y Little Boy

 

ESTOS  nombres coloquiales identificaron las bombas atómicas que arrasaron Hiroshima y Nagasaki,  hace setenta años, y pusieron punto final  a la II Guerra Mundial. Las cenizas de estas dos ciudades japonesas le mostraron a la humanidad el horror de una confrontación apoyada por la tecnología más refinada. Las cenizas del bunker de la Cancillería en Berlín enterraron una locura   genocida, de la cual siguen dando testimonio las ruinas de Auschwitz y los campos de concentración similares. Dios quiera que las lecciones jamás se olviden.

Los recuerdos vuelven a primer plano a propósito del convenio logrado con Irán sobre el desarrollo de proyectos de energía nuclear en ese país. Ojalá cumpla su intención  de  alejar el peligro de utilizar armas atómicas en medio de los conflictos que plagan el mundo, por pretextos que parecen enormes antes de producir sus desastrosos efectos extremos, y reducidos  a su importancia real se ven mínimos cuando se analizan después del  daño que causan.

Suponen los negociadores que el pacto con Irán  será suficiente para eliminar el riesgo de una confrontación nuclear en el Medio Oriente. Y esperamos que el debate público que suscitará su ratificación lo demuestre de modo convincente. Es cuestión de supervivencia, si no queremos vivir bajo la amenaza de una escalada de nubes en forma de hongo, cuya aparición, hace setenta años, debería ser más que suficiente para recordarnos  que una guerra con las armas modernas disponibles será indefectiblemente la última y definitiva. No quedará ni el recuerdo, porque  seguramente no subsistirá nadie para recordar.

El seis de agosto de 1945 un bombardero, Enola Gay, llevando en sus entrañas al Fat Man voló sobre lo que  instantes después sería  el triste recuerdo de Hiroshima

Tres días después, un vuelo similar sobre Nagasaki pondría final a la guerra en el Pacífico y, Dios así lo quiera, a todas las guerras nucleares.

Los desarrollos científicos posteriores aumentaron el poder destructivo de los armamentos. Ya no se necesita bombardero para transportar los artefactos nucleares. Los avances de la cohetería volvieron fáciles de alcanzar, con precisión milimétrica, todos los puntos del planeta. Hasta se pueden estacionar depósitos de armas en el espacio. La capacidad arrasadora de las bombas supera con creces la de hace setenta años. Pero, en cambio de concientizar a la humanidad sobre los peligros de jugar a la guerra, estos temas quedan relegados al olvido, tal vez por el pavor que despierta estudiarlos con todas sus consecuencias.

Podría aprovecharse la coincidencia de fechas entre el inicio de la era atómica y el convenio con Irán, para explicarles a los colombianos la importancia de tener una política clara en estas materias, exponer de forma sencilla y coherente la posición del país y ratificar nuestra política internacional, de manera que le demuestre que las preocupaciones por la paz van más allá de los conflictos internos.