Credibilidad
El proceso de paz se está debilitando en donde se debía estructurar con más solidez: en sus cimientos, en la credibilidad de la opinión pública colombiana. Y la responsabilidad no es de un pueblo insensato, ni de acciones desarticuladas del Centro Democrático, ni de Acore, ni de las víctimas, ni de los ingenuos, ni de los magnificados enemigos de la paz. La responsabilidad es de quienes subestimaron a la sociedad colombiana, considerándola madura para soportar los estruendos de la violencia, pero incapaz de recibir información clara y creíble sobre lo que se negocia a su nombre. Manipulada emocionalmente con la ilusión de alcanzar la paz a la vuelta de la esquina, mientras los reflectores mediáticos se posan otra vez fascinados sobre los victimarios.
Ahí aparecen los académicos de la paz “a justificar lo injustificable” amparados en las negociaciones o, como si una sociedad que recibió pedagogía directa durante 8 años sobre la amenaza terrorista, pudiera, por arte de magia, dejar de pensar como le enseñaron a pensar, y dejar de dolerse por la muerte de cada colombiano, mientras se vuelve personajes a quienes la provocan.
Es una comunicación fallida, errática y disociada. Nos dijeron que había pacto de silencio. Sin embargo las Farc no lo han respetado. Por el contrario, ocupan todos los espacios de la información, con declaraciones provocadoras: "no somos victimarios, somos víctimas" , "no nos arrepentimos de nada", "estamos en la mesa en condiciones de igualdad", "El Estado es responsable del 85 por ciento de infracciones al DIH y de violaciones a los Derechos Humanos" y ni hablar de las frases ofensivas, las descalificaciones, las humillaciones y los vetos contra víctimas tan emblemáticas para el mundo como el general Luis Herlindo Mendieta y Clara Rojas. A propósito, a quienes guardan silencio frente a una revictimización tan evidente, les pasara lo descrito magistralmente por el dramaturgo alemán Bertolt Brecht:
Primero vinieron por los judios, pero como yo no era judio no me preocupé,
Después se llevaron a los comunistas, pero como yo no era comunista, no me importó..
Y así sucesivamente, veto tras veto, vendrán por los congresistas, por los empresarios. Y ese será apenas el comienzo de la lista.
Aunque el Gobierno se pronunció con “mucha prudencia” en los casos del general Mendieta y de Clara Rojas. Se percibe en general un silencio y una excesiva cautela que le envían a la opinión un mensaje confuso, e inducen a especular sobre si el Gobierno comparte las provocadoras apreciaciones del grupo guerrillero.
Las Farc son Farc. Se parecen a sí mismas. Son “coherentes con lo que siempre han sido”.
Pero el Gobierno, seguramente por una pésima estrategia de comunicaciones donde prima el silencio y la propaganda sobre la pedagogía colectiva, tiene la obligación de parecerse a lo que es: el representante de un Estado de derecho legítimamente constituído.
La confusión comunicacional como estrategia está fracasando estruendosamente. Y la sumisión de los medios vulnera a uno de los derechos fundamentales sobre los que se sustenta nuestra democracia: la libertad de información.
No hay que perder la esperanza de que rectifiquen las desviaciones del proceso. Esto se logrará con un revolcón comunicacional. Donde lo bueno vuelva a ser bueno y lo malo vuelva a ser condenado, donde se trate con amor y respeto a una opinión pública cansada de sufrir pero no boba, donde una comunicación diáfana y directa remplace a una comunicación esquizofrénica.