DIANA SOFIA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Viernes, 9 de Agosto de 2013

Emboscada a la libertad de prensa

 

La libertad de prensa no puede caer en la emboscada que le armaron estos días en medio de las conversaciones de La Habana. Lo extraño es que no se intentara antes, considerando que es mucho más que la facultad para informar y opinar, pues la evolución de las sociedades y el progreso tecnológico la convirtieron en garantía de las otras libertades y en vigilante de la manera como se ejerce el poder.

Es definitiva, sobre todo, en momentos como el que atraviesa Colombia, donde la vida social y el comportamiento del Estado requieren una iluminación permanente, que permita ver, día a día, cómo se protegen los demás derechos, muestre los atropellos, denuncie los latrocinios y cumpla los funciones de vigilante de la moral pública. Eso es más, muchísimo más, que la difusión de las noticias y la divulgación de las opiniones. Más, también, que el reflejo superficial de una sociedad en trance de superar problemas.

Con su capacidad para exponer las verdades ante la opinión nacional e internacional, la prensa libre constituye una garantía de respeto de las demás libertades. Quitémosla y tendrán vía expedita los abusos de las autoridades contra los ciudadanos y los desmanes de delincuentes y bandidos. ¿Cuánto tiempo subsisten unas instituciones democráticas sin libertad de prensa?

Por eso es uno de los primeros blancos  de los enemigos de la democracia. Saben que al amparo de la oscuridad              es más fácil liquidar toda la estructura democrática.

Si con la libertad de prensa que tenemos resulta difícil mantener un saludable clima de libertades, imaginémonos lo que prosperaría al amparo de la oscuridad, con las noticias controladas y los abusadores de incógnitos y con manos libres.

Sin libertad e prensa no hay democracia que se salve de los abusos del poder, que terminarán convirtiéndola en una                                                                     dictadura. Así se explica que, cuando se tienen ambiciones totalitarias, lo primero es eliminar la libertad para informar y  opinar, amordazando los medios o simplemente aplastándolos del todo. La historia está llena de ejemplos en todos los tiempos y en todos los continentes.

Y no pensemos solo en las consecuencias políticas. En medio de trampas y robos descarados es indispensable iluminar  los rincones de la contratación y el gasto público, para que los dineros del Estado no se pierdan en los laberintos construidos por ladrones especializados en robarse la plata de los impuestos que pagamos con tanto trabajo.

¿Cómo sería el desangre de los contratos oficiales en un mundo de oscuridad mediática? ¿Se les puede agregar una oscuridad cómplice, en un país donde la justicia cojea y no llega?

Por otro lado, ¿cómo se mantiene a la sociedad ignorante de los secuestros, violaciones, extorsiones, asaltos y masacres que se multiplicarían al amparo de la penumbra?

No podemos debilitar la libertad de prensa ni entregarla por pedazos con ningún pretexto, si no queremos inyectarle a la democracia una enfermedad terminal de efecto rápido. Preparémonos, en cambio, para afrontar nuevos intentos de desmoronarla. Este no resultó. Pronto vendrán los demás. Lo dijo Lenin y lo aplican sus discípulos: entierre la bayoneta, si  encuentra resistencia y no se hunde, retroceda, retírela un poco y empújela otra vez.